Pasaba en autobús por la calle Aragón y observé que del techo del Scala salía una ligera columna de humo y grupos de personas frente al edificio. En voz alta se me escapó un “por fin”.

Cuando llegué a mi estudio cogí la cámara que fui cargando y preparando en un taxi, de vuelta al lugar.
Al parecer, debían ser los primeros 50 minutos del incendio ya que pude ver cómo llegaban equipos de bomberos y muchos, demasiados, grises.
Después de haber disparado un rollo de 36, cuando ya la movida concentraba varios fotógrafos y mucha gente, decidí volver al estudio, revelar el negativo y ampliar las copias que, al día siguiente, enseñaba al profesor de la EMAV donde, a mis 25 años, estudiaba fotografía.

José Lasala

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