Sterling Seagrave y Peggy Seagrave, “Los guerreros del oro” El tesoro de Yamashita y l financiación de la guerra fría, Ed. Crítica, Barcelona, 2005

Según Marvin Harris, durante casi toda la Historia los estados tenían un ministerio, el de la Guerra, que se dividía en el ministerio de Expolio Exterior y el de Expolio Interior. Ahora a esto se le llama Política Económica. Pronto desarrollaron políticas sobre drogas, y se llamaron narco–estados o políticas narco–imperiales. El tema es tan extenso que se publicará en dos partes. En la primera veremos un caso flagrante: cómo el expansionismo japonés (1895-1945) se basó en guerras de conquista que no ocultaban el saqueo de materias primas y el uso de las drogas, como gran negocio ilegal. En la segunda parte veremos como España, Gran Bretaña, Francia y EE.UU. han actuado del mismo modo cuando han gozado de la hegemonía, siendo de lo más escandaloso que Afganistán, un país invadido, sea el primer país productor de opio del mundo, gracias a la suspensión de las convenciones internacionales sobre drogas por parte de EE.UU. y sus aliados.
Felipe Borrallo

1ª parte 2ª parte

(La 1º parte fue publicada anteriormente en el núm. 173 de la revista Cáñamo, pág. 178-181)

  • 1ª parte

En la guerra, el oro, las armas, algunos materiales estratégicos y las drogas, tienen un alto valor, amparados en la “seguridad nacional”. Al finalizar la 2ª Guerra Mundial el oro y las drogas quedaron bajo control de los criminales de guerra japoneses, perdonados por los Estados Unidos, y los mafiosos que habían controlado, junto con la familia imperial , primero, el expolio de enormes cantidades de oro, diamantes, piedras preciosas, obras de arte y antigüedades en Asia durante cincuenta años y, segundo, el gigantesco negocio de las drogas.
A partir de 1922 Manchuria fue convertida en una enorme plantación de opio con las correspondientes factorías de extracción de morfina y heroína.
La droga era vendida a las “yakuzas” a cambio de colaborar con el ejército y la “Tiempeitei”, la Gestapo japonesa, en el saqueo del sudeste y este de Asia por el “Lirio Dorado”.

A partir de 1943, ante la imposibilidad de su traslado a Japón, el tesoro fue enterrado en 174 túneles en Filipinas. Parte de ese tesoro pasó a manos de los estadounidenses al final de la guerra y fue usado para imponer gobiernos de derechas, financiando la eliminación de los movimientos sindicales y partidos de izquierda, bajo el manto justificativo de la guerra fría.
Los campos de amapolas y los laboratorios fueron trasladados en 1943-44 a Taiwán. Tras la rendición, los americanos los pusieron en manos de los mismos que habían controlado el tráfico de drogas desde los tiempos de Manchuria. El ejército y las “yakuzas”, como parte del trato para instaurar al PLD (Partido Liberal Demócrata).


Rutas planeadas por Japón, a partir de 1943, para reunir el botín en Manila, antes de su embarque hacia Japón. De lo llegado a Japón desde 1895 de Corea, Manchuria y China,nunca más se supo.

Así que para seguir con estas actividades de enriquecimiento ilícito y sobornar a los políticos japoneses, desarrollaron dos estrategias: la estafa y el tráfico de estupefacientes. Al final los norteamericanos lograron recuperar una gran parte del botín, incluyendo la parte que había recuperado Ferdinand Marcos y que a la larga le costó el poder, cuando se negó a entregar el oro a su “amigo” Ronald Reagan. Mc Arthur y la OSS (la CIA a partir de 1948) lo añadieron a la mayor parte del oro robado por los nazis en Europa, creando el “Fondo del Águila Negra”, una fuente secreta para la reconstrucción y para ser usada en instaurar regímenes conservadores anticomunistas en Japón, Italia, Grecia y otras operaciones secretas contra partidos de izquierdas, sindicatos y líderes de la oposición. El oro fue repartido en miles de cuentas en bancos de todo el mundo. El “Fondo M”, el dedicado a Japón, fue traspasado al PLD, partido en el poder auspiciado por los americanos, a cambio de apoyo para la candidatura a presidente de Richard Nixon. Con este oro secreto, el Ministerio de Hacienda japonés inició la gran estafa de los “cincuenta y siete”, certificados oro vendidos con el respaldo del oro negro. Ante la imposibilidad de pagar a los poseedores de estos certificados, el gobierno japonés, y el americano después, declararon que los certificados eran falsos, y por tanto, no se pagarían. Antes de la invasión de China por Japón, los estadounidenses “repatriaron” las reservas de oro chinas. A cambio enviaron un avión con certificados oro. Este avión desapareció en la selva. Cuando fue encontrado por los nativos, estos se que quedaron los certificados. Agentes de la OSS (CIA) iniciaron una falsificación de nuevos títulos, así pudieron asegurar que todos eran falsos.


El príncipe Chichibu,hermano del emperador Hirohito, jefe del “Lirio Dorado”.

Cuando los japoneses se rindieron en Filipinas, el General Yamasahita fue capturado. Su chófer fue torturado por un agente de la OSS (CIA) y un filipino llamado Santa Romana, logrando información sobre varios escondites. Yamashita fue juzgado y fusilado precipitadamente. La propaganda acuñó la leyenda del “tesoro de Yamashita”, cuando en realidad había sido expoliado y enterrado por la familia imperial de Japón, con la idea
de recuperarlo después de la rendición. Washington aseguraba que Japón no había robado nada y que se hallaba arruinado y en banca rota. El Tratado de Paz, firmado en 1951, establecía: “las potencias aliadas renuncian a todos los derechos de compensación que pudieran tener dichas potencias y sus ciudadanos como consecuencia de las acciones llevadas a cabo por Japón”.

El saqueo japonés duró de 1895 a 1945, se llevó a cabo con total seriedad, prestando especial atención al robo de libros y manuscritos valiosos, además del oro y metales preciosos. Dedicaron la misma atención al expolio de las mafias asiáticas, tríadas y sectas. Japón inundó China de heroína proveniente de Manchuria, entregando a las mafias propias y a otras colaboracionistas, estupefacientes a cambio de oro. Como en China no había bancos, se utilizó la extorsión para aterrorizar a los ricos, los magnates y los hombres de negocio.


Buda de oro de 1.000 kilos encontrado por Rogelio Roxas. Pasó a poder de Ferdinand Marcos después del secuestro y tortura de Roxas. En 1966 un tribunal de Hawai concedió a los herederos de Roxas una indemnización de 42.000 millones de dólares, la mayor indemnización de la Historia.

Acuciado por la urgencia de convertir a Japón en un baluarte contra el comunismo, Washington, disculpó a la familia imperial y a la élite financiera de la responsabilidad en la destrucción y empobrecimiento de doce países asiáticos. Unos cuantos fueron ejecutados como chivos expiatorios. Al finalizar la ocupación, todos los japoneses que habían sido condenados por crímenes de guerra fueron liberados, entre ellos los gánsteres y mafiosos que habían dirigido el sistema de tráfico de drogas más grande de todo oriente durante los años 30 y 40. A estos, y al Koumintang, el ejército de Chiang Kai-Chek, les fue entregado el control de las plantaciones de opio en el Triángulo de Oro desde donde las mafias japonesas extendieron su influencia hasta la costa oeste de EEUU, pasando por Australia.

La conquista de Corea, en 1895, fue el primer experimento japonés de expolio de un país a escala industrial. Corea no se recuperaría nunca. En 1910 fue incorporada al territorio japonés. En las décadas siguientes los ocupantes robaron los metales preciosos y miles de objetos y símbolos culturales coreanos, que fueron trasladados a Japón. Nunca regresaron: las porcelanas, con el consiguiente saqueo de unas 1400 tumbas reales, 42.000 reliquias culturales, incluyendo antiguos manuscritos, fueron llevados a Japón. Además de trasladar a Japón a 6.000.000 de coreanos como mano de obra esclava, miles de mujeres fueron obligadas a servir como “mujeres de solaz” en los burdeles del ejército en toda Asia. Todo el botín iba a parar a las arcas y colecciones privadas de la familia imperial.


Parte del “oro nazi” recuperado por el ejército de Patton en una mina de sal del sur de Alemania. Su valor, cerca de 500.000 millones, se valoró en 30.000 millones. Con este oro se creó el “Fondo del Âguila Negra”.

El paso siguiente fue hacerse con Taiwán. Los taiwaneses no tenían nada que pudiera ser robado. Como en Corea, junto con el ejército y la policía, llegaron los yakuzas, los ventureros con prebendas gubernamentales y los hombres de negocio. Su principal ocupación fue el establecimiento de laboratorios de morfina y heroína con destino a China.

Para los japoneses militaristas, Manchuria debía de ser la prueba de fuego del proyecto imperial y una base desde donde invadir China. En Corea había sido muy fácil confiscar todo su tesoro, acumulado durante 2.000 años de historia y trasladarlo a Japón. Manchuria suponía una empresa muy distinta: sus únicas riquezas estaban en el sur, en península de Kanto. El resto de la provincia China era un gran desierto. Su riqueza eran sus tierras, sus bosques y sus minerales. Enseguida llegaron los yakuzas y los aventureros, como socios de las autoridades de Tokio. Convirtieron Manchuria en el principal centro asiático de heroína y morfina. Y en una “maquina generadora de dinero negro”.

La producción de opio pasó de 2.500 kg a 36.000 Kg. De la extracción de la morfina y la heroína se encargaba el “conglomerado” más antiguo de Japón, la Mitsui. Se fomentó la adicción con la distribución gratuita de medicamentos reforzados con morfina, y los cigarrillos de la marca “Murciélago Dorado”, que contenían heroína. En 1937, el 90% del opio y de la morfina ilegal del mundo era de origen japonés. Ya en 1934, Japón había sido denunciado por la Comisión de Asesoramiento para el Opio, con sede en Ginebra, de gestionar la empresa más grande del mundo dedicada al comercio de drogas ilícitas.

El ejército, enriquecido por las drogas, aseguraba que el experimento de Manchuria podría funcionar si lograban el control de China, convirtiendo su mercado de consumidores en monopolio japonés. Japón empezó por debilitar el mercado de opio chino, en manos del Koumintang, inundando china de cantidades de opio cada vez mayores, desde centenares de factorías de extracción en Manchuria, Corea y Taiwán. En su mayor auge, más de 1.000 empresas japonesas se dedicaban a la manufacturación y la venta de drogas. Los precios de los japoneses eran tan baratos que el Kuomintang empezó a comprar las drogas a los japoneses. En 1937 todo el noroeste de China quedó bajo control japonés y dio comienzo a una guerra que ocupó a un millón de soldados japoneses durante ocho años.


Seguramente el episodio más conecido de esta guerra es la masacre de Nankín que dió lugar a la película “City of Life and Death (Ciudad de vida y muerte)

Para impedir que los oficiales y soldados desviaran en su beneficio lingotes de oro y obras de arte, el Cuartel General Imperial creó el Lirio Dorado, una organización palaciega formada por expertos en obras de arte, asistidos por economistas, contables, especialistas en transporte marítimo y unidades de infantería y marina, bajo la supervisión del príncipe Chichibu y otros miembros de la familia imperial. El Lirio Dorado contaba también con varios grupos del servicio de inteligencia y de los servicios secretos. Estos trajeron de Japón al gran capo de la mafia Kodama Yoshio para negociar con las mafias chinas. Su misión consistía en cambiar heroína a los gánsteres por oro. Oficialmente estaba en Shanghai como agente de compras de las fuerzas aéreas de la Armada Imperial. Debía adquirir cobre, cobalto, níquel y mica. Kodama compraba esos materiales al jefe de la policía secreta del Koumintang, el general Tai Li, a cambio de heroína. También suministraba droga a los contrabandistas que pululaban por el estrecho. Se la vendían a 1.600 dólares la onza, para ser revendida a 6.000. Cinco meses después de Pearl Harbor, 1942, Japón controlaba todo el este y sudoeste de Asia y el atraco a mano armada continuó por Tailandia, Malasia, Singapur, Java, Filipinas, Indonesia Sumatra y Miammar.


El príncipe Chichibu, responsable del “Lirio Dorado” contó con la ayuda de su hermano el prìncipe Micasa.

El botín era trasportado hasta Manila donde era clasificado e inventariado por los príncipes antes de su traslado a Japón. Como todas las riquezas robadas acabaron en las cajas acorazadas de la familia imperial, la explotación del sudeste asiático por Japón resultó un fracaso, ya que nada de estas riquezas se inyectó en la economía productiva. Después de la batalla de Midway, 1943, los submarinos americanos controlan las rutas marítimas, obligando al Lirio Dorado a esconder el tesoro en Filipinas. De lo llevado a Japón entre 1895 y 1942 poco se sabe. Sigue siendo información clasificada, es secreto y hasta dentro de cincuenta años no saldrá a la luz. Todos los documentos que puedan relevar la complicidad de los americanos con los japoneses son retenidos por la CIA por motivos de seguridad nacional. Pero existen documentos como el llamado “Report of General McArthur”, donde se lee: “Una de las tareas más espectaculares de la ocupación consistió en reunir y poner bajo custodia las enormes cantidades de oro, plata, joyas, sellos de correos extranjeros y divisas de todo tipo que fueron acumuladas y escondidas”.

Estados Unidos conocía la existencia de las riquezas robadas por Japón. Lo que pasó después con esas riquezas sigue siendo secreto de estado. La mayoría de los tesoros enterrados en Filipinas fueron rescatados por japoneses relacionados con el Lirio Dorado en estrecha alianza con Ferdinand Marcos, y otra parte por los americanos: el ejército de McArthur y la CIA. Cuando Ronald Reagan pidió a Marcos que prestara “su oro” a Estados Unidos, este pidió una comisión que pareció excesiva. Washington y los servicios secretos lo derrocaron y se hicieron con el botín .Uno de los japoneses le aseguró al mediador de Marcos, que el total de lo escondido podría llegar a los 100.000.000 millones de dólares y los trabajos de recuperación durarían cien años. Por muy novelesco que puedan parecer los acontecimientos relatados por los autores, estos aseguran poseer pruebas de todas sus averiguaciones, en un alarde de documentación. Estas pruebas están respaldadas por un grandísimo corpus de bibliografía y documentación exhaustivo que deja pocas dudas sobre la veracidad de los hechos desvelados. Según los autores, todos los presidentes desde Truman, han participado en la ocultación del expolio y en el uso de los fondos destinados a actividades políticas ilegales. Como el oro fue entregado a los bancos, estos lo enviaron a Suiza, “donde desapareció en las cámaras acorazadas ocultas en los Alpes, vigiladas por el ejército helvético y protegidas contra la guerra nuclear.


Uno de los muchos depósitos de F. Marcos en el HSBC. Junto al Citi Bank, Chase M. Bank, UBS, Wells Fargo, Bank of America, el banco Sanwa de Japòn y la Banca Vaticana fueron algunos de los bancos que se apropiaron del oro, cuando Washington y Tokio declararon como falsificaciones los certificados oro en poder de los inversores internacionales.


Buda de oro macizo de 5.500 kilos robado en Tailandia y recuperado en Filipinas en 1976. Los túneles donde se escondìa el tesoro estaban repletos de trampas explosivas y venenosas. Todos los trabajadores esclavos fueron asesinados por los japoneses al finalizar las obras.

*2ª parte

(La 2ª parte fue publicada anteriormente en el núm. 174 de la revista Cáñamo, pág. 176-179)

Porque sabéis tan bien como nosotros que la cuestión de la justicia, tal como van las cosas en este mundo, se plantea entre los que son iguales en poder , mientras que
los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben. (…) Estamos aquí por el bien de nuestro imperio y lo que vamos a decir es para la salvación de vuestro país sin causar ningún trastorno y que os salvéis, tanto por vuestro interés como por el nuestro. Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso, V, 17. Citado por Josep Fontana en Por el bien del imperio; Una Historia del Mundo desde 1945, Barcelona, 2011.


Lucky Luciano, artífice, junto con la CIA, de la French Connetion al desplazar los laboratorios de heroína desde Marsella a Sicilia

“Entre los vencedores de la 2ª Guerra Mundial estaban los intereses financieros e industriales que se movilizaron en apoyo de los regímenes fascistas y fueron restaurados en el poder por los vencedores formales (…) entre los vencidos estaban los dirigentes de la lucha antifascista, que fueron vilmente aniquilados o desplazados por los vencedores oficiales”. N. Chomsky en El nuevo ordens mundial (y el viejo).1996, retrata, con estas palabras el final de la 2ª Guerra Mundial.

David Graeber, autor de un reciente libro, La deuda. primeros 5.000 años. 2010, se lamenta que la historia ignore el papel de la violencia, de las guerras y de los prisioneros convertidos en esclavos (y, añadiría yo, las drogas) en el desarrollo de instituciones fundamentales para la economía estadounidense, tanto la banca como la Reserva Federal.

Cuando los “barones bandidos”, Rockefeller, Morgan, Harriman, Mellon y Warburg, crearon la Reserva Federal, les era imprescindible que los ciudadanos no supieran nunca que la Reserva Federal era un cartel de bancos privados que no tenía nada de “federal” y el control de las divisas y el oro quedaba en manos de los banqueros privados que eran propietarios de los activos de la Reserva Federal. La mayoría de esos activos estaba en poder de unos bancos llamados actualmente Morgan-Chase y Citibank. La Reserva Federal no divulga la masa monetaria, reconociendo que es la banca privada la que crea dinero, gracias a controlar las reservas de oro. Dejemos aquí al oro y sus secretos y centrémonos en la relación de la CIA y las drogas.

En 1972 la CIA desató una publicidad adversa cuando intentó prohibir un libro de Alfred McCoy, Politics of Heroine, donde se describía con detalle el transporte por parte de la CIA de cargamentos de opio cultivado por tribus “anticomunistas” en Laos. Destaca esta tolerancia como un arma de guerra informal encubierta, cuya trayectoria se extiende más allá de la Guerra Fría. Por lo tanto, las raíces de la adicción a la heroína entre los soldados estadounidenses en Vietnam se remontan a los exiliados del Kuomintang protegidos por la CIA.


El cultivo de opio en Afganistán representa el sustento de 248.000 familias. En el año 2010 los cultivos fueron atacados por un hongo. La producción bajó un 50% y los precios se multiplicaron en la misma proporción.

McCoy explica el mecanismo que conduce a que los éxitos en la erradicación de campos de coca o de opio se traduzcan en una extensión del cultivo. La destrucción de sus cosechas obliga a los campesinos a aumentar la del año siguiente para hacer frente a sus deudas, ya que plantaron con créditos de los compradores. Tras el éxito de las campañas de defoliación química de los cultivos de coca en Colombia, la producción aumentó un 25 por ciento. La lucha contra la droga se dirige contra quienes la cultivan, la transportan, trafican con ella o la consumen, pero es mucho menos eficaz persiguiendo a los que participan en las complejas operaciones de lavado de dinero, lo que lleva a suponer que una gran parte de los beneficios acaben legitimados en las cuentas e instituciones financieras. Los intentos de controlar el lavado de dinero en EE.UU. han llevado a que aumente el flujo clandestino de dólares hacia México, que moviliza, según la DEA, un volumen de entre 18.000 y 39.000 millones de dólares al año, de los que por lo menos 10.000 millones volverán “legalmente” a bancos norteamericanos a través de instituciones financieras mexicanas, mientras otra parte irá a Colombia y a otros países para pagar a los productores.


En el escándalo Iran-Gate se ocultó el papel de las drogas y la CIA desde 1986 hasta 1996. En 1992, el presidente Bush indultó a los agentes implicados.

El caso más conocido ocurrió en 1986, llamado caso Irán-Contra o Irangate, cuando un periódico libanés publicó un informe sobre el trueque de misiles por rehenes. El asunto se remontaba a 1984, cuando la CIA tramó una conspiración para dotar a Irán de armas americanas. Desde 1980, Irán estaba en guerra con Irak, Israel actuó como intermediario. Los beneficios de la venta de armas sirvieron para apoyar a la Contra nicaragüense. Como el Congreso había prohibido la ayuda a la Contra, la utilización de esos fondos era ilegal, abría la vía de posibles procesamientos y una eventual destitución del presidente R. Reagan. El Senado y el Congreso hicieron su propia investigación. El intento de averiguar quién había autorizado el uso de los fondos quedó en nada ,a causa del secretismo, pero era evidente que había demasiados personajes públicos implicados. El coronel Oliver North y el consejero de seguridad nacional, el general Poindexter, fueron condenados por falsificación de documentos y mentir al Congreso, pero ganaron sus respectivos recursos.

Insignias personalizadas del coronel Oliver North. ¿Megalomanía o estulticia?

El día de Nochebuena de 1992, el presidente Bush indultó a seis funcionarios que habían participado en la trama. El único que cumplió una pena de cárcel fue Thomas G.Clines, ex empleado de la CIA, responsable de adquisiciones de la Contra, fue condenado por evasión de impuestos.


La estrategia inicial del ejército de Estados Unidos fue destruir los cultivos hasta que se dieron cuenta de que eso era un error, ya que ponía a los cultivadores en contra del gobierno afgano y de las tropas invasoras.

En 1996, el San Jose Mercury News, afirmaba que la CIA, durante la presidencia de Reagan, había desviado dinero procedente del narcotráfico para financiar a la Contra. Según este periódico, las drogas duras (léase “crack”) que beneficiaban a la Contra se vendían en el barrio negro de Los Angeles. La noticia provocó la indignación de la población afroamericana, que acusó al gobierno de promover un genocidio, según el Washington Post, 31 de mayo del 2000.
Para constatar que las grandes potencias a lo largo de la Historia han actuado siempre con la misma rapacidad respecto al oro ajeno, no hace falta remontarse a Atenas o Roma clásicas. Un buen ejemplo lo constituye la práctica del “rescate de la coca” por los españoles cuando explotaban las minas de plata del Perú.


Cerro Rico de Potosí llamaron los españoles a las minas de Potosí

En el s. XVI los españoles obligaban a trabajar a los nativos, que desconocían los conceptos de trabajo y salario. Estos, con los salarios compraban la coca a los españoles, que previamente se habían asegurado el monopolio. Así, los salarios volvían a manos de los españoles, suponiendo de 200.000 a 500.000 ducados, según los años. A esto se le llamaba “el rescate de la coca”. Sánchez Ferlosio, en Esas Yndias equivocadas y malditas, 1994, se pregunta si los nativos extraían más plata para comprar más coca, o bien, compraban la coca para aguantar las penosas condiciones en la mina, aumentando la extracción de plata. Un círculo infernal al que habían arrojado a los nativos la codicia de los españoles.


Las inhumanas condiciones en la mina de Potosí, lo más parecido al infierno de Dante.

Según una repetida teoría histórico-económica, la plata y el oro traído a España durante esos siglos, fue a parar a manos de los banqueros alemanes y genoveses. Durante el saqueo de Europa por Napoleón, Francia acumuló la mayoría de esos metales preciosos. Después de Waterloo pasaron al Reino Unido. Cuando los británicos llegaron a China casi todo el oro, y sobre todo la plata, fueron intercambiados por té, seda y especias. Cuando los ingleses lograron hacerse con las semillas del té (gracias al botánico Fortune y sus malas artes) y cultivarlo en Ceilán y en la India, recuperaron el oro y la plata mediante las dos guerras del opio.


1ª Guerra del opio: Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón repartiéndose China

Es A. Escohotado, Historia General de las Drogas, quien mejor documenta y analiza este turbio episodio: fueron los portugueses los primeros en descubrir que China no solo aceptaba oro y plata, sino opio, a cambio de té, seda y especias. Cuando el negocio empezó a florecer el emperador decretó la primera prohibición en 1729, pero no prohibía los cultivos locales ni el uso oral del opio; condenaba a pena de muerte por estrangulamiento a los contrabandistas y dueños de fumaderos. Esta medida convirtió un negocio modesto en un gran mercado negro. En 1793, el nuevo emperador ordena la destrucción de los cultivos locales, y extiende la pena de muerte a los usuarios. Para entonces los ingleses eran ya los principales proveedores del mercado chino de opio, que era un monopolio de la Compañía de Indias Orientales desde 1779 y cultiva su propio opio en Bengala. La Compañía otorga licencias para llevar el opio de India a China a comerciantes privados, estos vendían el opio a contrabandistas, y entregaban el oro y la plata obtenidos al representante de la Compañía en Cantón.

En 1838, por primera vez, la balanza comercial china ya es deficitaria. Una parte considerable del oro y la plata del país son destinados a comprar opio, y solo una parte retorna como pago de las exportaciones. Así, entre otros muchos, se enriquecen Jardine y Matheson. Jardine defendió la prohibición, y logra convertir en sus socios a Bulwer Lytton, Secretario de Estado del Foreing Office, y después Ministro de las colonias; y a Palmerston, Ministro de Asuntos Exteriores y después Primer Ministro.
El Gobierno chino responde con más restricciones, confisca una gran cantidad de opio y lo destruye. Gran Bretaña declararía la guerra en 1839, alegando “un intolerable atentado contra la libertad de comercio”. China se rinde en 1842. El opio, por deseo expreso inglés, siguió prohibido, aunque ahora se repartiese con total comodidad. La introducción de opio a China aumenta. Los problemas de orden público se multiplican y Gran Bretaña y Francia aprovechan para declarar la 2ª guerra del opio (1856-1861). A finales de año se firma una adenda al Tratado de Paz que legaliza la importación de opio, a cambio de un arancel del 5%. Pero Gran Bretaña pierde el apoyo del foro internacional y de su propio país, donde en 1870 se funda la asociación para abolir el tráfico de opio. La demanda ilegal en China había crecido vertiginosamente y con la legalización se detiene el crecimiento de la demanda, y los beneficios de la Compañía de Indias empiezan a decrecer. Sin prohibición desaparece el negocio. Consumir opio deja de ser símbolo de lo prohibido. El punto final se produjo en 1880, cuando el emperador pone en marcha programas de información pública y hospitales para tratamiento de los casos agudos. Al mismo tiempo decidió volver a cultivar adormidera, en grandes extensiones. En 1890, China producía el 85% de su demanda interna. Para el Gobierno chino la situación se había normalizado: El cultivo evitaba la sangría económica, desapareció la corrupción ligada a la política represiva y hubo un aumento en el autocontrol de los individuos, pero China había sido humillada y arruinada. Tanto los británicos, como el resto de los europeos y EE.UU. no frenaron la destrucción de China, sino que la aceleraron, y luego, a medida que avanza el siglo, hicieron de la anarquía el pretexto para seguir interviniendo militar y políticamente.

Para Simon Shama, historiador de la universidad de Columbia en Nueva York, en Auge y caída del Imperio Británico, 2004, la India era el principal proveedor de opio. El opio significaba la mitad de todas las exportaciones de la Compañía de Indias y no había en el imperio un negocio tan lucrativo. Jar-codine y Matheson usaban la retórica de la “justicia británica” y del “comercio justo y libre” al servicio del narcoimperialismo. China no sabía que estaba en guerra con el mayor “narco imperio” de la Historia.

Al final de la 2ª Guerra Mundial Francia recuperó Indochina, y a pesar de haber firmado los Convenios internacionales contra el tráfico de opio, se descubrió accidentalmente que los ataúdes de las bajas francesas repatriados vía Marsella, contenían opio, para su refinamiento por la mafia marsellesa, en lo que era el primer indicio de la “French Connection”, heredada por la mafia siciliana de Lucky Luciano y sus socios de la CIA.
Esto nos lleva de nuevo al “Triángulo del Oro”, cuando EE.UU. releva a Francia, después de la derrota de Dien Bin Fu.
Si los ciudadanos no podemos traficar con droga menos tendrían que hacerlo los gobiernos que imponen, hipócritamente la prohibición.


Opio en Afganistán. 1990-2007.

Parece ser que no ha habido cambios sustanciales, al día de hoy, con los tiempos pasados. La regla básica sigue siendo la misma: la ley del más fuerte. Al igual que en el pasado, la codicia y el poder no se someten voluntariamente al control popular o a la disciplina del mercado. Además los problemas se multiplican al añadirles prohibiciones absurdas, o suspenderlas a su conveniencia, como ocurre actualmente en Afganistán, donde desde la invasión no se aplica la Convención sobre drogas de la ONU, permitiendo que este país sea el mayor productor de opio del mundo, bajo la permisividad de EE.UU. y sus aliados. La actual y sorprendente guerra en México, sólo puede darse en este contexto viciado. Pero ahora, también, algunos políticos e intelectuales mexicanos, critican abiertamente la prohibición. Tenemos que hacer todo lo posible para que esas denuncias se extiendan más allá de su frontera norte.

Publica La Web Sense Nom por cortesía de Felipe Borrallo y la revista Cáñamo (derechos de copia)


Las imagenes fotográficas fueron publicadas antes del 31 de Diciembre de 1956, o fotografiado antes de 1946, bajo la jurisdicción del Gobierno de Japón. Así, estas imagenes fotográficas se consideran de dominio público de acuerdo con el artículo 23 de la ley de copyright de Japón antiguo y en el artículo 2 de la disposición adicional de la ley de copyright de Japón. Fuente Wikipedia.