Segurament la millor antologia al comix undergound dels anys 70 realitzada per Jose Miguel Gonzalez Marcen, (Onliyou) (1952-2024) el juny de 1980). Onliyou, com a guionista, coneixia molt bé el món dels ninotaires i les publicacions underground.
CC
Aquesta antologia va ser publicada per la revista El Vibora el 1981.
Esta antología, como todas las antologías que en el mundo han sido, es a la vez un homenaje y una traición a sus protagonistas. Tanto a aquéllos cuya obra (algún fragmento de ella) aparece en las páginas que siguen como a quienes han quedado excluidos por motivos derivados bien de la inevitable y defendida subjetividad de los antólogos, bien de imperativos editoriales, bien del desconocimiento o dificultad de acceso (ambos supuestos desgraciadamente frecuentes) al trabajo de muchos otros.
El propósito, pues, del presente libro, no se halla en los terrenos de la exhaustividad o de la discriminación arbitraria; simplemente se trata de mostrar, a través de una serie de ejemplos (creemos que lo suficientemente significativos) la existencia, pervivencia y evolución de lo que se ha dado en llamar cómic underground durante casi una década.
Una reticencia, necesaria y algo tópica, acompaña desde el principio a los criterios de esta selección: la misma definición de lo antologizado. O sea, ¿qué quiere decir «Comix underground en España»?

Supuestamente, «underground» es meramente un concepto técnico referente a los canales de edición, impresión y distribución de las historietas. En realidad, la inmensa mayoría prácticamente, la totalidad- de los dibujantes aquí presentados conocen las aventuras y amargores de la edición paralela. Lo que ocurre es que, como tantos otros conceptos en este campo, lo «underground» es un invento yanki que pierde su sentido original al verse trasvasado a las coordenadas españolas. Quizá allá lejos, olvidarse de la legalidad editorial, de los cauces «normales» haya sido en los años sesenta y setenta una opción meditada, revulsiva y hasta militante. Aquí ha sido una necesidad. Los periódicos «under>> de Los Angeles o San Francisco llegaban a tener, a principios de los setenta, una tirada -eficientemente apoyada por distribuidoras paralelas y puestos de venta en campus universitarios, barrios y ghettos diversos- que les permitía, mal que bien, la autofinanciación. Aquí, y por ejemplo, la comercialización (!?) de engendros tales como El Rrollo Enmascarado (Barcelona, 1974), Piraña Divina (Barcelona, 1975), Ademuz Km. 6 (Valencia, 1975), los primeros ejemplares de Butifarra! (Barcelona, desde 1975) o las ediciones de la Cascorro Factory (Madrid, 1976-77, aproximadamente) y su venta de mano en mano, por la calle y medio a escondidas (el depósito legal brillaba por su ausencia en alguna de las publicaciones citadas) no obedeció a ningún tipo de decisión premeditada, sino a la mera asumición de un triste hecho: nadie quería los dibujos de estos chicos.
Como a la mayoría de la gente le pasa en este país, los «underground» no quisieron ser así, les hicieron así. Cuando a fuerza de años en los que han abundado las temporadas famélicas y los tinteros agotados, algunos de los dibujantes han conseguido publicar en revistas de una circulación relativamente normal y a tanto la página, ha habido quien se ha echado las. manos a la cabeza y ha hablado -aparentemente compungido, oscuramente victorioso- de «traición» o de la más estúpida de las acusaciones: «integración en el sistema».

La segunda acepción de lo que por «underground» se entiende en estas tierras, tiene un matiz vagamente generico. Durante los primeros años de aparición de tebeos «under» (1973-75) se solía asociar a éstos con una especie de culto al «feismo» y a lo escatológico. Posteriormente, el cuarteto drogas-sexo-violencia-rock ha delimitado, aparentemente, el repertorio temático. Personalmente, opino que -con todas las diferencias estilísticas entre los distintos dibujantes- el costumbrismo, más explícito en unos, más astutamente sofisticado en otros, ha sido una constante, quizá la única, que les emparenta. Creo que si se le pregunta a cualquiera de los dibujantes aquí presentados por qué dibujan monstruitos y escenas sanguinolentas, abrirán unos ojos como platos y responderán, lúcidamente, que porque cada día ven monstruitos y sangre. En sus miles de formas.

Y además, como no podía menos de ser, las excepciones a la clasificación anterior son abundantes. Sin más que ojear estas páginas puede verse que las aportaciones de Farry, Mariscal, Max, el Hortelano o Sento salen por la tangente respecto a todo lo dicho. O que las
páginas de Alfons López tocan un tema en principio tabú para los «underground»: la política (aunque este último caso, el de los dibujantes miembros del colectivo Butifarra! resulta un tanto excéntrico, como luego veremos).
Lo que tenemos, a fin de cuentas, es que los intentos de meter en el mismo saco a dibujantes y tendencias tan dispares como los que aquí se presentan falla absolutamente por su base. La treintena larga que desfilan por estas páginas tienen solamente en común (aparte de la discutible y vaga descripción al costumbrismo en sus diversas· formas, antes citada) haber intentado publicar historietas en España durante una época poco propicia para ello (como casi todas), haberlo conseguido y a pesar de todo el cúmulo de influencias, unas reales y otras endilgadas, que se les han venido encima- mantener la agradable e íntima pelea por la consecución de un estilo propio.
II
Un día del Otoño de 1973, los hermanos Miquel y Josep Farriol (Farry y Pepichek para la historia) presentaron en el café de la Opera, de Barcelona, a Mariscal y a Nazario. Mariscal era valenciano, tenía unos veintidós años y hacia poco que se había trasladado a un piso de Masnou, a unos cuantos kilómetros de Barcelona. Los Farriol, año más año menos alrededor de esa edad, hacían sus pinitos gráficos y fotográficos por sus Ramblas natales. Y Nazario, algo mayor, había decidido abandonar su oficio de maestro y sus escarceos literarios para dedicarse a dibujar; como primera providencia se había trasladado desde Sevilla a Barcelona, capital cultural del Estado, según decían.
Unos meses después (hacia junio de 1974) se imprimía lo que se supone el primer tebeo underground español: El Rrollo Enmascarado.
La historia podía comenzar así, como podía hacerlo de cualquier otra manera. Por ejemplo, por aquellos entonces, en Madrid, Ceesepe dibujaría algo que luego sería Slober en algún cuchitril (Ceesepe siempre ha sido propenso a vivir en cuchitriles) o Enrique Santana quizá estuviera decidido a dejar la música por el dibujo (luego cambió de opinión) a pesar de su historia con «Los Continentales», uno de los conjuntos más emocionadamente raros de principios de los setenta (¿o serían finales de los sesenta?: mi memoria no ha nacido para grandes empresas).

El caso es que El Rrollo Enmascarado salió. Y, como no podía menos de suceder, tuvo miles de problemas. El más divertido fue el juicio. En un apartado de estas páginas se puede encontrar la sentencia. Huelgan apostillas, que cada uno dé a su risa la intensidad que estime conveniente.
Todo esto, decíamos, era en 1974. Aún faltaba un año para que se muriera y alguno más para que los tebeos de Crumb, Shelton, Clay Wilson, Spain Rodríguez y demás patriarcas pudieran publicarse sin ser aspirantes a reos de casi todo. Con lo cual el hablar de la influencia de los dibujantes underground yankis en sus colegas españoles era plato común de todos aquellos que -habiendo leído o no algún tebeo de los primeros -agarraban algunos ejemplares de El Rrollo Enmascarado o de sus continuaciones: Paupérrimus y Catalina. Y sobre esto -lo de las influencias- querría decir algo antes de PAUPERRIMUS · 1974 seguir con la historia. Y para poder decirlo mejor, voy a poner un par de ejemplos.

En junio de 1975 apareció A Valenciaa, el primer tebeo unitario de Mariscal. Se decía por entonces que la influencia, y casi el plagio, de Crumb eran notorios. El interesado, con la nitidez y oscuridad de voz que le siguen aquejando, afirmaba que no, que de Crumb apenas alguna idea, algún bosquejo, pero sobre todo, sobre todo, de las Fallas. Nadie se lo creía. Luego, con los años, ha resultado que sí: que el estilo esbozado en el A Valenciaa ha sido, una vez madurado, mucho más fallero y mediterráneo que abocado al callejón sin salida que el plagio otorga.
El segundo ejemplo: durante los primeros años del underground español, los hallazgos narrativos o plásticos de los dibujantes americanos eran, para sus homónimos de aquí, fundamentalmente gozosos por su novedad y su cercanía temática a lo que se intentaba empezar a contar. Cuando cada quien fue calibrando sus posibilidades y serenando la primera euforia, la propia historia, personal y colectiva, hizo de las suyas y, así, en el catálogo de «The Veo», una multitudinaria CATALINA- 1974 exposición que se realizó a finales de 1976 en Magic (Barcelona) y que luego saldrá a colación, se lee: «Todo empezó en los tiempos de la paz aburridísima y los capitanes truenos a peseta. Cuando Dodó Escolá y el hula hoop eran dueños y te daban cantidad de pipas metidas en un cucurucho, no como ahora, que las meten en bolsitas de plástico y te dan muchas menos y malas y sin sal … Y nada, que esto no es nostalgia, es que el imperio de los bimbollos Bimbo, el Tigretón y la Bruguera han quemado y refríen al Opisso, al Urda, al lranzo, al Coll, al Cifré y a los demás. Y de tal manera los han refrito que hasta la han ido palmando.
Sólo Vázquez, que sigue haciendo desfalcos y cochinadas y que se viste en una sastrería de ropa de segunda mano en la calle Arco del Teatro, mantiene el pabellón español bien alto». Y poco más de un año antes había aparecido «Ouadsevol nit pot surtir el sol», el disco de Sisa donde invitaba a su casa a «Jaimito, doña Urraca, en Carpanta i Barba Azul». Las letras del disco están íntegramente presentes en un tebeo, Diploma d’honor y la canción que le da nombre tiene mucho que ver con Nos vemos esta noche, nenas, la historieta de Mariscal que cierra este volumen.
III

En el verano de 1974 salió a la calle Star. Durante sus primeros años de existencia, Star sufrió mucho: gozó de multas, expedientes, secuestros (el número dedicado a «Fritz, the cat». , de Crumb) y alguna suspensión temporal.
Hasta su desaparición, en la primavera de 1980, por Star han ido pasando la mayoría de los dibujantes underground: por lo menos, pagaba. Poco, pero pagaba. Y eso siempre es un argumento.
Después de El Rrollo Enmascarado apareció Paupérrimus. Primero dentro de una revista de ciencia-ficción, Nueva Dimensión, más por gentileza de Luis Vigil, su factótum, que porque tuviera algo que ver con ella. Y, poco más tarde, Catalina. Pepichek, Farri, Mariscal y Nazario se habían trasladado a un piso de la calle Comercio y habían conocido a más gente, algo más joven. De todos ellos, Max, Montesol, Martí, Roger, Isa y Pamies son los que persistieron en esto del tebeo y aparecen por aquí. Los tres últimos y sus amigos publicaron un tebeo comedido y, dentro de lo que cabe, fino, De Quommic, que marcó la pauta de lo que año y pico después iba a ser Picadura Selecta, su álbum.
Pero estábamos en 1975. Se habían publicado unos cuantos tebeos, todos de distribución prácticamente manual, pero a la vez ya existían un par de revistas (Star y Ajoblanco) relativamente cercanas a los devaneos y los bares de quienes dibujaban y además, algo se sabía de quien lo mismo hacía, por Madrid o por Valencia. Flotaba unaespecie de contento y una no menos atrabiliaria esperanza. En el verano de aquel año se celebró el primer Canet Rock que resultó ser un encuentro disipado y bullanguero entre gentes del plumín y la guitarra; los dibujantes montaron un tenderete bullicioso donde se podían practicar bien el «tiro al chino» o bien el «tiro al ano». Poco antes, Juanjo Fernández, el editor de Star había editado El Rrollo, primer álbum del grupo que, en realidad, era una recopilación de todos los tebeos anteriores.
Hacia mayo, Nazario se había decidido a editar clandestinamente Piraña Divina, que contenía historietas publicadas en Zinc, una revista francesa, y otras inéditas. La publicación de Piraña Divina tuvo consecuencias no por sospechab!es menos decisivas: el tebeo, publicado sin pie de imprenta y en plan anónimo, fue perseguido con una relativa eficacia por la bofia, lo cual provocó el abandono del piso de la calle Comercio y la dispersión del grupo.

Pero antes de que esto pasara, otro editor, Miquel Riera, se había interesado en el asunto. Y así, también en el año de gracia de 1975 salió a la calle el álbum Purita, en el que ya intervenían dibujantes madrileños (Ceesepe y Santana). Y así, para la gente que había empezado un par de años antes, 1975 fue un año en el que con la aparición de los primeros álbumes y algunos hechos que tuvieron cierta· repercusión (juicio contra El Rrollo Enmascarado, colaboración con Sisa que tuvo sus frutos en la edición de Diploma d’honor, el tenderete de Canet…) el underground barcelonés dejó de ser algo absolutamente clandestino para serlo sólo a medias.
En un contexto diferente y con unas intenciones bien distintas, durante el verano de 1975 también apareció el primer número de Butifarra!, la única publicación dentro del underground que ha tratado intensa y casi exclusivamente temas políticos, en especial los relativos a la vida en los barrios y la ecología. Hasta 1977 se publicó y distribuyó en forma semilegal; a partir de entonces, Iniciativas Editoriales, la misma empresa que había publicado Purita, se hizo cargo de su edición. De todas maneras, y como ya queda dicho, la historia de Butifarra! (sus planteamientos, objetivos, estética…) poco tiene que ver con el resto de producciones del underground español.
IV
La (relativamente) buena acogida comercial que tuvo Purita (cuyo nombre procedía de la historia de Nazario que se desarrollaba por capítulos a lo largo de todo el álbum) propició que durante el año siguiente, 1976, se publicaran, con el mismo editor, tres álbumes (Nasti de plasti, Picadura Selecta y Carajillo) que, aunque confeccionados por distintos equipos y en diferentes lugares (Ibiza, Barcelona y Madrid, respectivamente) se pueden considerar paralelos tanto por la afinidad entre los componentes de los tres equipos (antes y después colaboran a menudo e incluso Ceesepe lo hace en dos de los tres álbumes NASTI DE PLASTI – 1976 citados) y por el paso adelante que representan: a la amalgama de tendencias e influencias que se podía apreciar en los tebeos de la etapa anterior, sucede la adquisición de estilos propios, muy diferenciados.
La espantá del piso de la calle Comercio, motivada por el «affaire Piraña», llevó a Nazario a su Sevilla natal y a los demás del piso (los hermanos Farriol y Mariscal), a Ibiza. Allí alquilaron Can Americano, en octubre del 75, una antigua e inmensa casa de payés casi en ruinas. Los tres citados, junto con Lola y Amparito, dos amigas valencianas, Montesol y el abajo firmante, que volvía de la mili y andaba sin saber dónde meterse, pasamos allá el invierno. Rehicimos con bastante arte la· casa (gracias sobre todo al buen hacer de Farry y de Mariscal) y elaboramos el Nasti de plasti -junto con aportaciones de Nazario y Ceesepe-. Curiosamente, Nasti de plasti, confeccionado en plena placidez campestre, rodeados de gallinitas, zanahorias y mediterráneos, es uno de los álbumes más crueles y mórbidos del grupo. Buena parte de su material está incluido en esta antología (exactamente, Porque os quiero tanto, de Pepichek, Nos vemos esta noche, nenas, de Mariscal y La calabaza encantada, de Nazario).
Mientras, el resto del grupo, que habían permanecido en Barcelona (Roger, Isa, Pamies, Perote, Max…) prepararon Picadura Selecta, álbum al que el descoyuntado humor de Pamies en su descomunal historieta Don Pixot de l’Eixample -más de cuarenta páginas- y la delicadeza de Roger daban consistencia.
Carajillo, por su parte, aunque también editado en Barcelona, estaba íntegramente dibujado por gente residente en Madrid: Agust, Santa na, Ceesepe, lñaki… Anecdóticamente se puede señalar que en estos tres álbumes (sobre todo en Nasti de plasti y Carajillo) se dio una peculiar forma de censura, signo de aquellos tiempos (principios del 76) en los que no se sabía para dónde iba a tirar la cosa. El editor suplicó a los dibujantes que «ciertas» viñetas se cubriesen con un púdico velo no fuera a ser que la permisividad no hubiera llegado a tanto. Y así se cubrieron una ablación de pene (Nazario), dos bajadas de bragueta (Farry y Pepichek), una familia real con rostro de simios (Santana)…

Naturalmente, no solo este grupo de dibujantes emborronaba papeles y desgraciaba su vista. Paralelamente, se editaba Cantidades (tebeo «cósmico» cuyo título ha servido de seudónimo permanente a su autor) y, bajo el auspicio de Editorial Pastanaga iban apareciendo títulos como Graficolorancia (recopilación de las letras de las canciones de Pau Riba acompañadas con ilustraciones), Jardín Cósmico o Pastanaga Enrrollada. Todo ello en Barcelona. En Madrid habían salido tres números de Bazofia, tebeo que era buscado afanosamente Rastro arriba y Rastro abajo.
Supongo que tanto en la capital del Reino como en las más recónditas provincias habría gente cuyo esfuerzo merecería lugar en estas páginas, pero ya he contado antes los condicionamientos que esta- -introducción -y esta antología- sufren. Para mitigarles en la medida de lo posible, al concebir la idea de este libro pedimos información de las iniciativas que teníamos noticia a los protagonistas de las mismas. Las respuestas de grupos valencianos y aragoneses están incluidas en sendos apartados de esta introducción. Pero a quienes hemos confeccionado el libro nos parece especialmente lamentable la ausencia de datos en lo referente a Madrid y a Sevilla.
Por favor, que no se tome esto como una muestra de «imperialismo cultural catalán» o bobadas por el estilo. Tal ausencia obedece solo a la falta de conexión (no por evidente menos ridícula) entre los monstruos urbanos del Estado y, vaya, que todo hay que decirlo, a la falta de dinero por nuestra parte para pasarnos un par de semanas por Malasaña o Triana y enterarnos, aunque sea mínimamente, de lo que durante estos años se ha cocido por allá. Así pues, disculpas y confiemos en que, si esto tiene una segunda edición, tales defectos sean subsanados. Confiemos en que estos defectos sean subsanados y que -por la cuenta que nos trae- esto tenga una segunda edición. Y sigo con la historia, prometiéndome yo solito no volver a disculparme más.
V
El exilio ibicenco terminé pronto. El 11 de junio de 1976, mientras los Rolling Stones actuaban en la Plaza de Toros barcelonesa, Ceesepe repartía ejemplares de su tebeo de una sola página la cara oculta de Monkey Bill entre los asistentes al concierto, Nazario dirigía piropos a los grises a caballo apostados a la entrada (por cierto, apoyado en mi brazo y armados ambos con sendas botellas de whisky) y los hermanos de Mariscal se felicitaban, entre la arena de la plaza, los megawatios y los porros del éxito del autobús fletado exprofeso desde Valencia.
En aquel 1976 que Dios tenga en su gloria, los grupos underground con más historia a sus espaldas bebieron hasta las heces el cáliz de la marginalidad. A ver si me explico: por un lado, se seguía manteniendo una especie de prurito contracultura, pero, por otra parte, muchos de los dibujantes buscaban publicar y expresarse de una manera más efectiva que la que los circuitos de divulgación hasta entonces empleados, permitía. Y así, hubo aquel año ciertas iniciativas que tendían a introducir lo «underground» en los cauces culturales «normales». Se desarrollaron casi simultáneamente en Madrid y Barcelona y -aunque entonces nos pareciera que no- estaban abocadas al fracaso. A mi entender, las más significativas fueron las exposiciones en locales marginales y las colecciones los Tebeos del Rrollo y Rock Comix.
En noviembre de 1976 y patrocinada por la plana mayor de los mecenas -por así decirlo- del comix barcelonés de aquel entonces, esto es: una editorial (Pastanaga), tres revistas (Star, Vibraciones y Rock Comix) y una tienda de tebeos (Zap 275) se inauguró en el vestíbulo de Magic (una sala-supermercado de lo moderno que, la verdad sea dicha no ha tenido mucha suerte en los años que le ha tocado vivir, aunque ahora -junio 1980- parece que empieza a levantar cabeza) se inauguró, decía, una llamada «exposición de tebeo moderno», ·en la que participaron, entre otros, Montesol, Mariscal, Nazario, Farry, Pepichek, Roger, Isa, Ceesepe, Max, Martí, Vallés, Joan Ramon, Josep Solá, Guillem Cifré, Pamies … es decir, casi todos. En la tal muestra se expusieron troquelados, originales y portadas de tebeos antiguos; se pusieron a la venta (con mayor o menor fortuna) algunos óleos; se organizaron amagos de happenings, faltas inauguraciones y sesiones de cine-nik y de audiovisuales y se rindió homenaje a Roberto Alcázar y, como más arriba queda dicho, a los clásicos del tebeo español.
Más importante que por sus realizaciones (que pienso -y en esto creo que está de acuerdo casi todo el personal que asistió o participó en _aquello- resultaron bastante chapuzas) me parece importante la muestra de Magic por lo que supuso de inicio de nuevos caminos para la mayoría de los que en ella intervinieron. Y luego los contaré.
Meses después, en Madrid y en una galería, de creo que, por Vallecas, Ceesepe, el Hortelano, Agust y algún otro montaban una especie de contubernio lleno de malas intenciones, pájaros en la cabeza -no es metáfora- y apariciones fantasmagóricas -tampoco lo es- que supuso, creo, aproximadamente lo mismo. Todo esto coincidía con -no coincidía, nada coincide- pasaba al mismo tiempo que- la aparición de una nueva colección, Los tebeos del Rrollo.
La rentabilidad de Purita -sobre todo-, Nasti de plasti, Picadura Selecta y Carajillo hizo sospechar a los mentores de Iniciativas Editoriales que quizá existiera un mercado potencial para álbumes de este tipo. Y así, con el propósito de editar uno mensual, se inauguró la colección en diciembre de 1976. Salieron tres: Carajillo vacilón, El sidecar y A la calle. En los tres (realizado el primero en Madrid y los dos siguientes en Barcelona) se repetía el esquema de los álbumes precedentes: amplio plantel de colaboradores, coherencia condicionada a la influencia mutua de los mismos y -al menos en Barcelona- realización en comandita y en una sede ad hoc (El Sidecar, en el estudio de Vallés; A la calle, en un piso de la calle Bruc, al que, como este prólogo lo escribo yo, aprovecho para recordar con cariño y que diga el editor lo que quiera). Comercialmente fueron un fracaso.
El cuarto, que había de llamarse Metrópolis no interesó ya ni a dibujantes ni -mucho menos- a editores. Y se quedó en la mente del Altísimo.
Y Rock Comix. Que había sido una colección de fascículos, editados por Gaspar Fraga y dedicados monográficamente a algún aspecto de la música pop (aparecieron, por ejemplo, los dedicados a Frank Zappa, Rolling Stones, Rock català, Pink Floyd…) con inclusión de ilustraciones y comics de la más variada procedencia, para luego convertirse en lo que se supone iba a ser una revista dedicada a los comics y que aguantó cinco números: el O y el 1, con aportaciones diversas; el 2, un fallido intento de «fotonovela punk»; el 3, dedicado totalmente a una historieta de Ceesepe, El trapecista; y el 4 y último, con el subtítulo de «porno para soldados y amas de casa» y bajo la dirección de Montesol.
Hay otro aspecto que, al menos como síntoma, me interesa resaltar… Y es que, por la misma época se dan las primeras apariciones del cómic underground en las pantallas de TVE (eso sí, en el circuito catalán los barceloneses y en el UHF los de Madrid) y los primeros intentos de «análisis» en revistas y publicaciones «serias». O sea, la historia o, lo que viene a ser lo mismo, el retorcer el cuello al cisne, a la ingenuidad.
VI
La Primavera y el Verano de 1977 fueron una especie de juerga colectiva. Desde abril y hasta agosto, apenas si hubo tiempo para otra cosa que disfrutar de lo que entonces parecía recién estrenada libertad y resultó no ser sino fugaz recreo. Las Ramblas se llenaron de travestis, de garitos clandestinos construidos sobre cajas de fruta y de trasnochadores emocionados. Nazario, Montesol, Mariscal y Pepichek alquilaron un piso en la Plaza del Pino que se convirtió en paso obligado de dibujantes vernáculos y foráneos y en sede de fiestas, almacén de disfraces y laboratorio de maquillaje; Willem apareció por Barcelona días antes de las elecciones de junio y celebró éstas con una descomunal borrachera, unas sevillanas bailadas de madrugada y una historieta en el Charlie-Hebdo; Daniel Cohn-Bendit paseó su camiseta sudada y su lata de cerveza por el Parque Güell, durante las Jornadas Libertarias, mientras desde el escenario, Ocaña, Camilo y Nazario daban estentóreos vivas a la Virgen del Rocío, patrona de los mariquitas… La euforia pasó en seguida, pero mientras duró, el paladeo devoto de sus mieles consumió las energías y alegrías de dibujantes y asimilados.

Pero sigamos con la historia. Respecto a estos últimos tres años se pueden señalar tres hechos significativos que marcan la evolución del underground (si es que a estas alturas se le puede seguir llamando así): 1) la diferenciación de estilos y la apertura de algunos de los dibujantes a campos ajenos al cómic, 2) la atención por parte de la cultura «seria» al comix, y 3) el abandono de los canales marginales de distribución.
La más temprana manifestación de lo primero fue Gran Hotel, la exposición de Mariscal en la galería Mee-Mee durante enero de 1978. Esta exposición, mucho más elaborada que la de Magic, año y pico antes, abarcaba desde dibujos originales hasta jerséis y desde un programa de video a una distribución del espacio que había convertido a la sala de exposiciones en el vestíbulo de un hotel. Durante los dos años y pico que han pasado desde entonces, Mariscal se ha dedicado fundamentalmente al grafismo y la decoración, aunque sin olvidar del todo el guion de El diluvio, historieta que algún día conseguirá dibujar.
La misma dispersión en cuanto a actividades artísticas de los pioneros del comic underground español puede quedar reflejada en los ejemplos de Pepichek, Roger o Montesol, cuyas actividades se centran hoy -aún sin haber abandonado ninguno de los tres el dibujo- en, respectivamente, la fotografía, la pintura y la radio. En el polo opuesto se hallan dibujantes como Nazario, Martí o Max cuya dedicación exclusiva al tebeo adquiere a veces caracteres casi heroicos.
Casos aparte son los de El Hortelano y Rubiales. Aunque unidos por lazos de amistad y cooperación a los demás dibujantes y dibujantes ellos mismos, no han sido nunca propiamente historietistas.
El Hortelano publicó un extraño e inquietante álbum en 1978, ¡Europa réquiem! y en los últimos tiempos su interés parece haberse decantado hacia la pintura (exposición en la galería René Metras, abril 1980) unida a una particular teoría y práctica de la provocación. Rubiales, por su parte, tras haber publicado durante los año 77-78 un par de tebeos experimentales, Estómago eléctrico y Propaganda moderna, ha guardado un largo silencio. Referente a la atención por el comic underground por parte de la cultura establecida se puede señalar como punto de inflexión al respecto las cuatro páginas que el suplemento dominical de El País dedicó, a comienzos de 1978 a cuatro de los mejores dibujantes: Nazario, Mariscal, Ceesepe y El Hortelano. Posteriormente han menudeado las entrevistas, apariciones en radio y TV y artículos. Es de suponer que no menos de media docena de estudiantes de Arte o Ciencias de la Información andan, hoy por hoy, preparando sus tesinas. ESTOMAGO ELECTRICO
Asimismo, ha aparecido durante estos años una cierta tendencia de 1976 «qualité» de la que pueden ser ejemplo la publicación mallorquina Neon de suro, que ha dedicado números a Mariscal, el Hortelano y Ceesepe (de este último ha publicado El asesino y la mocosita, una de las más elaboradas apariciones de su estupendo personaje Slober) y la colección dirigida por Joan Ramon Guzmán y apadrinada por la holandesa y mítica Real Free Press donde han aparecido obras de El Hortelano y Guillem Cifré.
VII
De lo que he llamado «el abandono de los canales marginales de distribución» puede hablarse bajo tres perspectivas distintas: – la colaboración de los dibujantes underground en publicaciones comerciales, – la aparición de álbumes individuales, y – los intentos de creación de revistas especializadas.
Lo que antes había sido excepción -la publicación en alguna revista que no fuera Star- se convierte durante estos años en regla generalizada y así tenemos, entre otros, los casos de revistas como Por Favor (donde dibuja Nazario hasta el cierre de la publicación), El Papus (Gallardo & Mediavilla, Montesol), Bazaar (Nazario, Pepichek), Pent- PROPAGANDA house (El Hortelano), diarios como Catalunya-Exprés (Martí) … o, más MODERNA- 1977 cercano a los circuitos habituales «under», Disco Exprés (Gallardo & Mediavilla, Montesol), Ajoblanco (Mariscal, Montesol, Nazario), Globo (Max, Montesol, Guillem Cifré), Dezine (Ceesepe), El Mago (Agust) etc.
De entre todas estas colaboraciones, creo que hay dos casos que merece la pena resaltar.
El primero es el de Nazario, en cuanto a que con ellas se produce su vuelta a la actividad después de un período de cierto estancamiento: las historias de Apartamentos La Luna (publicadas en Por Favor), el Abecedario para mariquitas (Bazaar) y, sobre todo la saga de Anarcoma (comenzada en una revista semi-porno de efímera existencia, Rampa, y actualmente en curso de publicación en El Víbora) constituyen por ahora la tercera etapa de su obra (después de la de las «pirañas», recogida en su álbum San Reprimonio y las pirañas y de la historia -inacabada- de Purita). El que esto suscribe se abstiene de comentarios sobre la obra de Nazario porque entiende que el espacio disponible es escaso y porque confía hacerlo in extenso en un futuro.

El segundo caso es el de las colaboraciones en Disco Exprés. Disco Exprés fue durante su última época (Primavera 1978-Primavera 1979) refugio de variadas gentes de pluma y pincel y allí maduró uno de los personajes de más vitalidad y fuste del cómic de los últimos años (sea underground o no): Makoki, con dibujos de Gallardo y Mediavilla y guion de Felipe Borrayo. Ya he indicado que durante estos años se han publicado bastantes álbumes individuales, lo que denota la solidez del trabajo realizado por sus autores. Aparte de los ya mencionados, como Europa réquiem!, del Hortelano (editado por su autor) y San Reprimonio y las pirañas, de Nazario (Gaspar Fraga, ed.) cuya segunda parte, Cuando rugen las pirañas parece que está próxima a publicarse por la editorial responsable de esta antología, se han de citar el ABCDari il·lustrat, de Mariscal (Antonio Bosch, ed.) divertido, lúcido y casi desconocido divertimento sobre las palabras y las cosas y Makoki (Laertes) recopilación de las aventuras del tremebundo chaval y su pandilla que, por cierto, ganan mucho cuando se leen todas seguidas. Respecto a los autores de Makoki, el terceto Gallardo-Mediavilla-Borrayo hay que hacer constar que, aparte de que como tal funciona eficazmente, cada uno de los solistas hace virguerías, como quien hojee esta antología podrá apreciar, con su propio instrumento.
También se puede hablar del álbum de Vallés, Cuarenta años de balde (Madrágora), publicado en 1976. Vallés, dedicado hoy a la dulce molicie, es un dibujante que, sin haber pasado por el calvariopurgatorio de la publicación marginal, más llegó a conectar con la difusa y etílica ideología que desde esos orígenes se fue haciendo valer. O de los sucesivos álbumes sobre temas «cívicos» del equipo Butifarra, también editados por Madrágora. del sorprendente Sanfermines 78, de Simónides, algunas de cuyas páginas encontraréis aquí.
Y la otra obsesión que ha ido rondando ha sido la puesta en marcha de revistas dedicadas al cómic. Tengo la firme convicción de que cualquier tipo que haya dibujado un mínimo de cinco viñetas durante estos diez últimos años en este desdichado país se ha visto complicado lo menos en media docena de iniciativas de esta índole: cada revista que haya sacado un número a la calle ha necesitado diez nonatas; cada una que haya conseguido mantenerse tres meses en los kioscos, se ha alimentado de otras diez de ejemplar único. Y así sucesivamente.

Por ejemplo, en 1978, Papel, auspiciada por Pastanaga, se quedó en esa., en un auspicio … y muchas más, unas nombradas en este prólogo y otras no. Hoy (junio de 1980) sobreviven o acaban de nacer El Víbora y Bésame mucho. Por diferentes razones (una, pudorosa -quienes hacemos esta antología trabajarnos en El Víbora; la otra, expectativa -realmente, Bésame mucho acaba de nacer) quédese su comentario para mejor ocasión.
Y ya se acaba este prólogo. Que no ha sido la historia del cómic underground español de los setenta, pero sí, al menos eso espero, una de sus posibles historias.
Onliyu.
Publica La Web Sense Nom pel seu internés històric i pedagògic.
Gràcies per recuperar-lo! Bon texg i ben il·lustrat. RIP Onliyú.
@gràcies Josep Maria