sábado, marzo 15, 2025

Eix de Baf en la discoteca Trocadero, 1972

IniciHistoric1972Eix de Baf en la discoteca Trocadero, 1972

por Ramon Solé

Discoteca Trocadero, Baarcelona

Conseguir un bolo ha sido, desde siempre, la obsesión más clásica que sufre el músico. En la actuación se invoca buena parte de lo recolectado, de lo imaginado, de lo especulado e, incluso, de lo inesperado. Sin bolo no hay grupo, no hay música. En el año 1972 no existían demasiados sitios para celebrar un concierto de free. Mejor dicho, no había ninguno ya que ni siquiera había abierto Zeleste todavía.

Antes de continuar esta crónica me gustaría advertir que mi fuente de información está constituida, principalmente, por mi actual memoria. Si me conociérais como me conozco yo, desconfiaríais de la total veracidad de lo relatado. Es posible que algunos datos me los haya inventado. Sin querer, por supuesto, pero el cerebro trabaja así, sustituyendo blancos en lo que se recuerda por imágenes más o menos inventadas. Recordar es soñar. Así nos va.

Bien. Barcelona (la de espaldas al mar), 1972. Una mesa de madera, imitando las de los antiguos mesones, cubierta por vasos de caña. Eix de Baf reunidos en asemblea ordinaria como cada tarde. Volando por encima de sus cabezas la obsesión: conseguir un bolo. José Franco propone visitar a un individuo que regenta una especie de oficina de contratación. Si no recuerdo mal (repito la advertencia del principio) la empresa se llamaba Músicas del Sur y estaba en la plaza Catalunya o cerca de ella. Allí nos encaminamos Franco y yo a entrevistarnos con un sujeto que parecía más un inspector de polícia que otra cosa. Franco y el hombre se conocían levemente de otra ocasión pero no recuerdo de qué. Mi cerebro no se ha inventado nada al respecto. La oficina tenía un aspecto totalmente anticuado. Parecía más propia de los cincuenta. Carteles de cantantes desconocidos tipo Belter en las paredes. Fotos de orquestas que parecían recién regresadas de una nave extraterreste después de una severa abducción. Ficheros metálicos con esquinas oxidadas. Colores ocres, grises, pantones falangistas.

El hombre –por cierto, mis neuronas me comunican que llevaba bigotito antirrojos– nos preguntó que tipo de música hacíamos. Blues y rock, mintió Franco. Naturalmente nos dijo que lo teníamos más que mal. Él se dedicaba a otras cosas, no había más que consultar las paredes y los abducidos. Pero nos podía meter en una especie de festivales promovidos por un concurso de grupos de pop hortera. El caso era que se habían celebrado diversas fases y había llegado la hora de las semifinales pero un grupo clasificado había desertado. Nosotros podríamos participar en su sustitución, nadie se daría cuenta o nadie le daría importancia y, naturalmente, no ganaríamos. No había dinero, pero había bolo. Encendió un cigarrillo, gesto compulsivo que mostraba lo contento que se puso al verse tan listo. Eso del cigarrillo no lo recuerdo, me lo acabo de inventar pero seguro que pasó.

Dijimos que vale, que gracias. Nos apuntamos el sitio y la hora del Bolo que ahora ya se podía escribir en mayúsculas.

El concurso se celebraba en la discoteca Trocadero. Travessera de Gràcia entre Bailén y Paseo de Sant Joan (en aquel entonces General Mola). Casi siempre he vivido en este barrio. Está bien tocar cerca de casa por si hay que salir por piernas.

Llegado el día D, fuimos a enterarnos de que iba la cosa y a hacer una prueba de sonido que creo que no llegó a realizarse. Como no me acuerdo pues no se probó y asunto arreglado. Habían tres o cuatro grupos y el sistema de clasificación consistía en votación a mano alzada. De haberlo sabido se hubiera podido hacer una llamada general a los colegas y meter en un buen aprieto a Músicas del Sur y sus naftalinas.

Fuimos a dar un paseo para airearnos (estar dentro del Trocadero era como estar dentro del coño de una ballena disecada), tomarnos unas cañas, dejar un poco de humo denso en la esquina y, por supuesto, celebrar nuestra asemblea ordinaria y vespertina. Decidimos el orden de las piezas, o de lo que nosotros considerábamos piezas, y esbozamos la estrategia a seguir: era la primera vez que tocábamos en un coño de ballena disecada. Todo por el Bolo.

En aquel momento los componentes de Eix de Baf eran: José Franco: bajista, líder sin neurosis asociada al cargo y abrepuertas con sacabolos. Jordi Martí: flautista que nunca abandonaba la trinchera. Petrus Navas: saxo. Decir que era un poco disipado sólo se entiende si se quiere evitar decir que era totalmente disperso. Acababa de pasar un momento díficil cuando se dio cuenta que después de desmontar el saxo, por primera vez en su vida para limpiarlo, no sabía montarlo de nuevo. Creo que algo pasó en el concierto, como una llave que cae al suelo o algo así. Ricky Sabatés: batería, aunque era guitarrista y de los buenos. En aquella época nos costaba encontrar bolos y baterías. Me prestó una Burns de media caja para la ocasión. Una guitarra rapidísima con un sonido diamantino. Ramon Solé: guitarrista. Lo mejor que ahora recuerdo de él es que era yo.

Nos dirigimos a la puerta de la discoteca. Algunos de nosotros presentábamos una ligera irritación ocular que ahora no recuerdo a que se debía. Los porteros, gente de mundo, no nos dejaban entrar. Franco negoció con su estilo propio de Ciutat Vella cuando era un barrio donde vivía gente de barrio, así que la tensión aumentó. Por suerte, alguien de la organización nos vino a buscar a la puerta del gran coño disecado.

Aunque estábamos en el 72, alucinamos cuando vimos que estaba actuando un grupo uniformado con trajes iguales y camisas con chorreras. Creo que se llaman así a esas cosas que salen de las mangas y entre las solapas como pedazos de bragas de abuela.

La organización nos proporcionó un trozo de camerino aunque a nosotros no nos hacía falta cambiar de ropa, pero lo aprovechamos para ultimar nuestra estrategia.

El presentador del evento era José María Pallardó. Aquellos que saben de quién hablo pueden saltarse este párrafo. Soy consciente de que mis definiciones no conseguirán superar la imagen que este hombre ha dejado en las memorias de quienes lo conocieron. Tenía un programa que se llamaba «El Clan de la Una». Una especie de lista de éxitos adornada con sus discutibles comentarios que a su vez trufaba con un latiguillo: “Mmm…”. Excepto que se emitía, como se deduce facilmente, a la una del mediodía no recuerdo la emisora. Podría mirarlo en internet pero no creo que sea necesario, inventaros algo, venga, ayudad. Pallardó ya tenía sus años pero su programa iba dirigido a un público muy joven. Camuflaba la papada que delataba el año de su cosecha con un pañuelo Hortera Gran Reserva. Debía presentar nuestra actuación, consultó un papelito y dijo:

– Ahora le toca el turno a… ¡Eix de Baf! Mmm… qué nombres más raros se ponen los grupos de hoy en día.

Y empezamos. Al reescuchar la cinta de cassette que recoge el concierto he tenido esa sensación de total discrepancia entre lo sucedido y lo recordado. Yo recuerdo una fritada descomunal casi de cabo a rabo, sin tregua, cascada libre y tal. La grabación, en cambio, me parece más templada. No creo que las cintas de cassette tengan también sus momentos de fantasía, aunque treinta y pico de años en una caja de cartón dan para soñar mucho.

Lo que sí os aseguro es que al poco rato de tocar se me acercó un técnico de sonido, atónito, que me dijo: “Esto aquí no, tíos.” Buen título para un tema. En un momento dado unas chavalas empezaron a corear: “¡Malos, malos, malos!” En una de las fotos que espero acompañen este articulito aparecen las patas de las chorbas chupa chorreras.

Pocas veces me lo he pasado tan bien tocando y de esta manera, ante un respetable enteramente hostil (creo que estaban en el público tres o cuatro amigos a lo sumo), nunca más he podido repetir una experiencia igual.

De repente alguien desconectó el sonido y los presentes aplaudieron el gesto. No nos importó. Habíamos aterrizado en el centro del enemigo y les habíamos propiciado un buen golpe. Bajamos del escenario y al desfilar ante la barra un desconocido con pinta de beatnik nos hizo el signo de la uve con los dedos. Parecía una alucinación. Con lo díficil que era explicar nuestra presencia allí aún lo era más la de aquel hombre, seguramente un guiri que había llegado hasta allí por una carambola paralela a la nuestra. O no.

Llegamos al camerino y nos dejamos caer como si hubiésemos jugado un partido de rugby. Tengo un recuerdo dulce de ello. Una escena que daba, y da, sentido a muchas cosas sin necesidad de palabras. Me gustaría acabar este relato con una moraleja, algo que relacione lo pequeño de aquel dia con lo grande de la vida, algo que hable de la rebelión, de la disidencia, de la provocación… el caso es que ahora mismo no recuerdo como se hace.

Ramon Solé, marzo de 2011

 

Eix de Baf en Trocadero 1

Eix de Baf en Trocadero 2
La grabación del concierto pertenece a Gedeon, un CD-r manufacturado por Enric Cervera que reunía grabaciones de distintos años de Baf, Eix de Baf y otros proyectos limítrofes.
Eix de Baf. Trocadero, Barcelona, febrero de 1972. José Franco, guitarra baja; Jordi Martí, flauta; Petrus Navas, saxo alto; Ricky Sabatés, batería; Ramon Solé, guitarra eléctrica. (Aunque el reproductor es sencillo, hay dos tracks. Primero se reproduce uno y al acabar se inicia automáticamente el segundo).
Créditos fotográficos. La primera imagen, del interior de la discoteca Trocadero es cortesía de Toni, del Frankfurt «Punto de encuentro». ¡Gracias! El resto de fotografías, de la actuación de Baf, las hizo y nos las ha cedido Albert Climent. De nuevo, ¡gracias!
Aquest article va ser publicat al bloc Overlook Hotel el 19 de març del 2011
Publica La Web Sense Nom per cortesia de Ramon Solé i de Jack Torrance
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