Pepe Otal y el Taller de Mationetas, por Mikel Fernadino
Pepe Otal fue durante toda su vida una figura periférica, excéntrica, en todas las acepciones de la palabra, del mundillo teatral. Este titiritero, nacido en el año 1946 en Albacete y afincado desde los setenta en el lado más canalla de aquella Barcelona, mantuvo siempre un perfil bajo frente a las luces ostentosas de la farándula. Su verdadera ambición residía en vivir del cuento, en el sentido literal, sin mayor pompa ni solemnidad, sin premios pero sin rechazarlos. Su mayor ambición consistía, como muchos amigos recuerdan, en poder hacer el amor día sí, día también.
Acaso por una vida más disoluta de lo habitual, Pepe se encontraba algo desgastado para su edad, como atestiguan las fotos de la época y su prematura muerte. Pero en contraposición, su ilusión, su deseo de contar historias propias y emocionarse con las ajenas, parecía intacto.
Más allá de los primeros años de optimismo generalizado -con la muerte de Franco, en que sacó a pasear grandes títeres que acompañaban la okupación callejera, la fiesta y el jolgorio- su trabajo siempre fue un elogio a lo diminuto. A lo aparentemente sencillo que esconde una complejidad latente: una marioneta. Si bien en su taller era capaz de hacer sencillo lo complejo, en sus anécdotas era capaz de convertir en un periplo homérico el simple hecho salir a comprar el pan. Y aquí residió lo que lo convirtió en uno de los marionetistas más importantes de Catalunya: su afán por explicar y enseñar le llevaron a fundar un taller que aún hoy permanece vivo.
Si tuviéramos que reconocer tres maestros clave en su creación artística, dos de ellos nos los dió Adolfo Ayuso en su libro “maestros del siglo XX” y el último lo apuntamos nosotros: por una parte su maestro directo, Harry Vernon Tozer, meticuloso y detallista hasta la saciedad, con quien aprendió en el Institut del Teatre la construcción y manipulación de la técnica del hilo (allá por el 73), por otro lado, la compañía norteamericana Bread and Puppets, de la que se llevó gran parte de su filosofía contestataria, anárquica y vital, además de tantas y tantas técnicas de construcción, agitación y propaganda. Y por último, el de cosecha propia: la muerte, a la que conoció una primera vez a bordo de un barco a la deriva, según cuenta la leyenda, y a la que consagró toda su vida y sus creaciones, a cambio de dejarle vivir un ratito más. A la luz de los hechos, creo que fue engañado, el maestro, por una maestra más vieja y más sabia de lo que él jamás llegaría a ser, puesto que se fue antes de lo deseado.
Aunque este encantador de serpientes fue autor de incontables obras de títeres, casi siempre adaptaciones de obras literarias (el circo de las marionetas, Cuento de madera, El Apocalipsis de san Juan, Rigoletto, Don Giovanni, El holandés errante, La Divina comedia), todos sus amigos y amigas están de acuerdo en que su obra más exitosa fue un taller de construcción de títeres. Un taller-teatro-gremio-comuna-solución ocupacional (entre otras muchas cosas) que formó y sigue formando aún a tantos y tantos titiriteros y titiriteras, hoy convertido en un espacio autogestionado, asambleario y que, dicen las viejas glorias, aún respira la esencia de su creador (una mezcla de serrín, tabaco, cola blanca y ocurrencias macabras): será porque no hay ventanas por las que ventilar. Será porque Pepe aún está en casa.
Mikel Fernadino

Publica La Web Sense Nom per cortesia de Mikel Fernadino
Fotografies autoria de Jesús Atienza i de Lídia Iglesias.