Fotografia Claudi Montanyà entre Chick Corea i Jordi Sabatés.
Cortesia de Francec Fàbregas

Aquí teniu aquest reportatge de Claudi Montañá, per a mi un dels personatges més interessants i oblidats de l’època, mort el 1977. Va col·laborar a Star, El viejo topo, Fotogramas, Ajoblanco –només els dos primers números- i Vibraciones, d’on està tret aquest text: en concret, del número 5, del febrer del 75. Va sortir amb el títol “Spanish underground”, que el mateix autor va dir, en un altre número de la revista, que no l’havia posat ell i que no li agradava. Per això l’he canviat pel subtítol, que quan llegiu el text veureu que sí que deuria ser d’ell.
Josep Maria Ripoll

Aquest article és una gentilesa de Josep Maria Ripoll per la web sense nom

Des d’aquí podeu obrir o descarregar l’article publicat a la revista Vibraciones num. 5 en format pdf

RAYOS DE SOL EN LAS CATACUMBAS DE NUESTRA MÚSICA

Claudi Montañá

Los adjetivos y etiquetas suelen resultar vacuas y carentes de significado, cuando se aplican a movimientos o periodos musicales. Sin embargo, la eclosión de Máquina!, Smash, Música Dispersa, Pan y Regaliz y otros grupos dio origen a un momento de euforia de la joven música española. Hace de ello cinco años. Y empezó a hablarse de la “música progresiva”… Luego, la euforia se convirtió en humo y niebla. Pero, hace unos meses, vuelve a hablarse con entusiasmo de algunos músicos y de algunos grupos del país. A modo de aproximación a la vanguardia musical española de los últimos cinco años, hablan algunos de sus mejores exponentes. La madeja no tiene principio ni fin y su hilo queda colgado a modo de invitación hacia quienes deseen aportar opiniones, datos o ampliaciones. La Historia es de todos y las sombrías catacumbas de nuestra cultura reciente a todos alcanza también. Vamos a repartirnos –si lo hay- el tímido rayo de sol…

Este reportaje podría iniciarse el día en que los albañiles aparecieron con sus grúas y piquetas ante el Salón Iris en el corazón del Ensanche barcelonés. Viejos cartelones de “catch a cuatro” y de lucha libre sucumben en un mar de ladrillos y polvo y maderas y abalorios. En un mar de cal y sillas carcomidas y tubos fluorescentes que alumbraron camelos de jueves y domingo por la tarde, al compás de románticos boleros interpretados por la orquestina del local. Desde hacía tiempo, la avasalladora irrupción de “peludos” era sólo la anécdota que gustaban de contar los veteranos empleados del local… Las presentaciones de José Mª Pallardó, entre escombros, polvo y nostalgia, el Festival de Música Progresiva perdía incluso su marco físico, el día que los albañiles aparecieron con sus grúas y piquetas. Ahí podría iniciarse este reportaje.
Han pasado cuatro años de los conciertos organizados por Oriol Regás en el Salón Iris. Los viernes por la noche y domingos por la mañana. Era el “boom” de la llamada “música progresiva” en España. Entre el 16 de octubre y el 4 de diciembre de 1970 (la matinal del día 6 fue prohibida) desfilaron por el Iris: Máquina!, Agua de Regaliz (luego, Pan y Regaliz), Dos més Un, Los Canarios, Buzz, Los Bravos, Crac, Los Brincos, Green Piano, Música Dispersa, Cerebrum, Evolution, Los Puntos, Smash y Pau Riba.

La respuesta del público joven barcelonés fue unánime y el Iris constituye un hito imprescindible a la hora de calibrar el supuesto desinterés del espectador español ante una música surgida del propio país. “Sí, es verdad –me dice José Mª Pallardó-, creo que el público nunca me ha gritado tanto como en el Iris. Sobre todo los viernes… Era una mierda, te lo aseguro. En cambio, el público de los domingos estaba mucho mejor: iban todos los chavales jóvenes e inquietos, ¿sabes? Yo me sentía un poco responsable de todo aquello, porque la radio jugó un papel muy importante tanto a nivel de promoción como de difusión. Ten en cuenta que “El clan de la 1” era casi el único programa donde se daba música “progre” en nuestro país; también Tino Romero empezaba a hacer cosas por aquel entonces… Volviendo al Iris, quisiera que recalcaras que fue mucho más importante a nivel de público que a nivel de música y de músicos. La mayoría de grupos eran un petardo, les faltaba base… Sí, sí, supongo que por eso el “boom” de la “música progresiva” se fue a parir panteras. Fíjate que hasta Los Puntos pasaron por “progresivos”… Quizá el más preparado de quienes actuaron en el Iris fue José Mª París. Smash también”.
Si mal no recuerdo, la entrada valía diez duros los viernes y cinco los domingos. Para la última semana se había anunciado la venida del grupo británico Free. En vano. Finalmente, actuaron Máquina! (con París, “Luigi” y “Tapi”), Dos més Un y Pau Riba. Recuerdo que Pau hizo uan actuación casi “ritual”, quemando sándalo e incienso…, invitando al público a subir al estrado.

El fenómeno “Pau Riba”

El comienzo de este reportaje podía haber sido también la sala repleta del Price barcelonés. Unos meses antes, el 13 de abril de 1970, se celebraba un extraño espectáculo de poco enigmático título: “Electric Toxic Claxon So”. Al conjuro del nombre de Pau Riba, cerca de cuatro mil personas nos congregamos en el boxístico coliseo. El disco “Dioptría 1” había causado sensación: por su presentación gráfica y pro su calidad musical resultaba un disco insólito en el contexto de nuestro panorama musical. Por otra parte, Pau Riba jugaba a ser “enfant terrible” en el seno de una cultura (la catalana: Pau había surgido de la euforia de la “nova cançó” y, pasando por el Grup de Folk, había sabido rodear a sus excelentes poemas de una estructura musical innovadora y operante); de una cultura, digo, regida por unos monarcas de característica sobriedad y escaso sentido de la dinámica y del cambio. ¿Es preferible quedarse en la congregación –por fidelidad o cobardía- a irse hacia el norte, donde dicen que la gente es noble, limpia, inteligente y feliz? Estoy con Heráclito.
La noche del Price pudo ser la de la consagración ¿definitiva? para Pau Riba. Pero las cosas fallaron. ¿Qué falló? ¿Falló él? “En realidad el público tenía una idea falsa de mí y pretendía exigirme una música –la del disco “Dioptria 1”- que era el ensamblaje de varios otros músicos. Ya era hora de presentarme tal como era yo. Por lo demás, en cuanto a su preparación escénica, lo del Price no estuvo tan mal: la entrada, montado en su moto, de Joe Skladzien fue muy espectacular…” Sin embargo, en aquellos momentos, tenías todas las cartas en tu poder, Pau Riba. Y tiraste la toalla. Y te fuiste a Formentera, dejándolo todo. “Efectivamente, tenía todas las cartas en mi poder y esa última jugada no fue realmente buena, aunque tampoco tan mala: iba ganando. Pero me retiré, sí. Y lo hice porque descubrí que la baraja estaba incompleta. En aquel momento, el juego perdió para mí todo el interés que había tenido hasta entonces. No sabía exactamente cuáles eran las cartas que faltaban ni por qué se jugaba sin ellas; me retiré a investigarlo. Y no andaba mal encaminado: al juego español le faltan 30 cartas: los cuatro dieces, las cuatro reinas y los 22 arcanos. Todas ellas son cartas significativas e importantes; e igualmente significativa e importante es su ausencia. Lo terrible y lo fastidioso del caso es que esa diferencia era un hecho real; no bastaba sólo con reconocerlo. Para competir con la música internacional era necesario aprender a jugar con la baraja entera. Para satisfacer esta ambición no había otra salida que el retiro temporal. He estado aprendiendo a manejar las treinta cartas restantes. En “Dioptria 2” jugué los dieces. En “Jo, la donya i el gripau” jugué las reinas. En el disco que estoy preparando voy a jugar los cinco primeros arcanos. Empiezo a sentirme con ánimos de competir en el juego internacional. Y, además, con la necesidad de hacerlo. Porque, de otra forma, mi espíritu idiosincrático se resiente ante la ignominiosa invasión avasalladora e imperialista que llevan a cabo los canallas anglosajones en cuanto nos ven sin fuerza para impedírsela. Y es únicamente contra estos bárbaros que siento tal necesidad. Los indios, los chinos, los japoneses, los rusos, africanos, mediterráneos, etc., todos ellos tienen sus músicas maravillosas que se quedan flotando en el aire y pueden llegar libremente hasta nuestros oídos. Pero los bárbaros pretenden estar en posesión de “la” música. Y la utilizan como combustible de su terrible máquina capital con la cual intentan enloquecernos, embaucarnos, esclavizarnos, exprimirnos y comerse lo que queda de nosotros en salsa “perrins”. Para librar esta batalla hay que utilizar sus mismas armas, sin olvidar nunca las propias que, en tiempo de paz, han sido enterradas en lo profundo de nuestra tierra. Táctica, estrategia, truco, sorpresa, guerrilla, desconcierto, éstas son armas adecuadas para combatir a un enemigo superior en número, en fuerza y en barbarie. Y, sobre todo, la sutileza. Es de capital importancia saber utilizar las cartas y hacer magia con ellas”. Las calles están llenas de ventanas abiertas de par en par. Dentro, miles de personas atentas al menor ruido. Dentro, miles de semblantes preocupados esperan que pase algo. Pero, ¿qué? Jean-Luc Godard decía que hay que crear dos, tres, mil vietnams… en cine. ¿También en música? Pau Riba, ¿será tu nuevo disco la respuesta a unos años de silencioso trabajo? Como en 1970, las ventanas abiertas de par en par…

Más sobre la “noche triste” del Price

La “noche triste” de Pau Riba en el Price tuvo un protagonista indiscutible: Música Dispersa. El nombre del grupo era ya de por sí una declaración de principios. Su intervención en la primera parte del “Electric Toxic Claxon So” les dio a conocer en olor a multitud y dos meses más tarde sacaban su primer y único LP al mercado. José Manuel Brabo “Cachas” (procedente de Madrid y antiguo componente de la “Canción del Pueblo”), Jaume Sisa (procedente del Grup de Folk y compañero de Enric Herrera y Jordi Batiste en la época pre-Máquina!), Albert Batiste (antiguo miembro de Els Tres Tambors, uno de los grupos más dinámicos emergidos a raíz del esplendor de la “Nova Cançó Catalana”) y “Selene” (ojos grandes y pelo largo, que procedía de un coro). El grupo duró muy poco, haciendo honor a su nombre. “Eran una mezcla de elementos pop, canción, texto, dylanismo, música medieval, canción popular, música hippie, y una intención de abandonar toda técnica que no respondiera a la pura ligazón directa entre el sentimiento o la idea y la mano o el cuerpo en contacto con el instrumento, casi con la idea de que era el propio instrumento el que hacía la música”. (De CAU nº 11. Interesante estudio sobre la música progresiva, coordinado por Albert Batiste). Tras el disco, vino la separación con una reunión provisional para actuar en el Festival del Iris. Su música remite, de algún modo, a la Incredible String Band (RIP), pero su actitud refleja un cierto clima vital y sociocultural de la juventud automarginada barcelonesa en el tránsito de décadas. Música Dispersa fue, de alguna manera, precursora de las agrupaciones espontáneas y móviles de músicos que –en los últimos tiempos- han encontrado un marco de experimentación ideal en Zeleste. Allí actuó recientemente “Cachas” que, al margen de la música, trabaja como ebanista en Menorca.
El único de los cuatro que sigue como profesional activo en el terreno musical es Sisa, tras un paro voluntario de casi dos años (mediados del 72 a principios del 74). “Voy a intentar de una vez por todas tomarme las cosas en serio. A ver si funciona… El hecho de que en mis canciones refleje problemáticas como el sueño, el juego, la vida contemplativa, el sexo, no quiere decir que no me interesen los problemas políticos o sociales. En febrero voy a grabar mi segundo LP y, entretanto, Zeleste hace el trabajo de “management”. Hay que conseguir actuaciones, más o menos continuas, si se quiere vivir de la música. Parece que ahora hay posibilidades…” La reina se vestía con un vestido blanco, el blanco de las orillas del mar…

Un nombre en la leyenda: Máquina!

Como el ave fénix, resurgiendo de sus cenizas, el grupo Máquina! tuvo varias muertes y posteriores resurrecciones. Ahora, su cadáver parece en definitiva sepultura. “Oye, no me hables de Máquina! –me espeta Enric Herrera-. No pasa día si que alguien me pregunte por qué no rehago el grupo”. La música llamada en su día “progresiva” en España tiene ya nombres legendarios: Pan y Regaliz, Música Dispersa, Smash… Pero ninguno de la fuerza y el significado de Máquina!. Con su presentación en el Club San Carlos de Barcelona se inicia, pues, cronológicamente, este reportaje. Fue en septiembre de 1969: han pasado cinco años largos.
“Me recomienda antes de partir no refugiarme en la lectura del periódico
Parece que la estatua de la cual la grama de mis terminaciones nerviosas
Llega a destino es afinada cada noche como un piano.” (André Breton, 1932)
Máquina! constituye uno de los polos o derivaciones de la “cançó catalana” hacia formas musicales más complejas. Otro lo he citado en el caso de Pau Riba. Un tercero, citado también, es el que –con Sisa y Albert Batiste- origina Música Dispersa. Todavía otro ejemplo podría hallarse en la línea mucho más quebrada de Toti Soler…
La paternidad de Máquina! tal vez sea justo otorgarla, a partes iguales, a Àngel Fàbregas, Enric Herrera y Jordi Batiste. El primero por ser la cabeza visible de “Als quatre vents” y el centro aglutinador del Grup de Folk y, luego, la editora Discobolo. Herrera por la clarividencia musical con que gesta mentalmente el grupo. Y Jordi Batiste –además de por ser el autor nominal del grupo- a causa de su concepción espectacular de la primera Máquina!. Con un anuncio en los periódicos hallan a un guitarra (Lluís Cabanach, “Luigi”) y a un batería (Santiago “Jackie” García), en tanto Herrera toca el órgano, y Jordi Batiste, el bajo y canta. Con Diabolo graban un primer single con los temas “Land of perfection” y “Let’s get smashed”.
“Yo nunca he tenido problemas con el idioma –me dice Àngel Fàbregas-. Lo mismo me da el catalán que el castellano, que el inglés, a la hora de grabar un disco. No sé si sabes que Herrera y Jordi Batiste habían tocado con Sisa antes de formar Máquina!: en la época de “L’home dibuixat”. Pero, en la mente de Herrera, había ya la idea de hacer un grupo al estilo de Chicago o Blood, Sweat and Tears; y, por otra parte, Jordi Batiste es –como letrista- superior a Sisa. Así pues, nos lanzamos a la creación del grupo: era una buena época, porque a penas se editaban discos de grupos de rock ingleses o americanos en España y los locales podían alquilarse por muy bajo precio (el primer Iris de Máquina! costó tres mil pesetas y todos los de Regás unas 50.000). ¿Por qué me interesaba el grupo?: pues, mira, al principio me interesó como espectáculo y, luego, desde un prisma musical. El gran handicap de Máquina! fue el que la gente tuviera que irse a la “mili”; con la entrada de nuevos miembros se quebró la unidad del grupo. Por otra parte, a un nivel más genérico, las cosas empezaron a ponerse mal: las empresas discográficas españolas luchaban por conseguir la distribución de sellos extranjeros y se creó la CBS española (que con “Llena tu cabeza de rock” se apuntó un éxito considerable). Por otra parte, hasta 1970 no había habido problemas de tipo gubernamental; pero a partir de entonces empieza a difundirse el tópico de “jóvenes drogados” y demás. Ahora todo es muy difícil, ya…” “Jackie”, el batería, es sustituído por José María Vilaseca “Tapi”. El 22 de febrero de 1970 hacen el primer recital multitudinario en el Salón Iris. Su popularidad es muy grande en Barcelona, sobre todo gracias a un segundo single (conteniendo “Look away our happiness” y “Eart’s daughter”). Con el estandarte de una nueva música van a la conquista de la Península. En Madrid les echan de un local porque su música no gusta… Al fin logran actuar en otro, para un público de élite. Actuaciones en festivales universitarios diversos. Entra en el grupo José Mª París. La “mili”está cerca para Jordi Batiste… Su visión de Máquina!:
“Nuestra presentación en el San Carlos la hicimos con películas y diapositivas. La faceta extramusical era la que más interesaba en el grupo: yo diseñé los discos, cuidé la escenografía y la publicidad. En el Iris fue donde hicimos el máximo de show: me acuerdo que yo cantaba ¡con guitarra acústica y todo! Sin embargo, ocurría una cosa: mis compañeros cada vez tocaban mejor y había un mayor desfase musical conmigo. Con la entrada de París ya fue la coña… Llegó un momento en el que yo sólo cantaba. Con ello se iba al carajo la idea primitiva de Máquina!; por más que tocasen muy bien… O quizá por eso: llegaba un momento en el que sólo “entraban” en su música o la gente muy pasada o los cuatro intelectuales que hasta entonces habían despreciado a los grupos, unificándolos bajo la etiqueta de “ye-yés”. Creo que el hecho de perderse la idea inicial de Máquina! provocó la debacle de toda la “música progresiva”. Nuestro grupo, de algún modo, era un símbolo”.
En mayo del 70 Jordi Batiste se marchaba a la “mili”. Antes, había trabajado en el long-play “Why” (el del croissant y el reloj), que equivalía casi a una despedida de sus compañeros. Se profesionalizan, bajo la batuta de Oriol Regàs, y tocan durante el verano en la Costa Brava.
“Creo que fue la época de esplendor de Máquina! –dice Herrera- la de aquel verano. Esplendor que prosiguió, al quedar en trío (Luigi, París y “Tapi”), por cabreo mío, primero, y, luego, por la “mili” (entré en septiembre). Otra época buena fue, ya con el grupo reorganizado con la sección de viento, los ex-miembros de Crac (Emili Baleriola, guitarra; Carlos Benavent, bajo y Salvador Font, batería) y la cantante y flautista inglesa, Arta. ¿Preguntas si ha habido bache de músicos en estos últimos años? Yo pienso que no: quedan los buenos músicos de la vieja época; han desaparecido, en cambio, los que se apuntaron a la “música progresiva” por la cara. Estos deben estar en alguna verdulería, haciendo de hippies o de dependientes de algunos almacenes… Sí ha habido, no obstante, un bache en cuanto a los grupos: sobre todo, por la salida de discos de grupos de fuera, a los que rápidamente se han apuntado los críticos. La cosa, ahora, parece que tiende a arreglarse. ¿Zeleste? Sí, Zeleste es importante, pero tiene poco poder de convocatoria…”.
Ahora parece que el cadáver de Máquina! está definitivamente helado. La última grabación fue, en directo, en L’Aliança. Un doble LP “live” para un nombre prendido en la leyenda.

Música en la periferia

A raíz de la desaparición de la llamada “música progresiva” española, a principios de los setenta, se dijo que éste parecía un fenómeno exclusivamente periférico. Sevilla y Barcelona eran las dos ciudades en donde el fenómeno de la “nueva música” se daba con mayor intensidad. Madrid, en cambio, quedaba completamente desfasada… Ahora pretende establecerse, de nuevo, el binomio Barcelona-Sevilla. Hace unos meses, en el espacio de televisión “Mundo Pop”, se habló del resurgir de Sevilla, en la onda de la más nueva música del país. Sin embargo, ni Goma ni Ajedrez –por ejemplo- parecen ser grupos que hayan evolucionado en el sentido que lo ha hecho la música en Barcelona. El ejemplo de Storm es flagrante, desde este punto de vista, quedando su música en puro efectismo anclado en el hard-rock británico de los sesenta. De una forma más matizada y prudente (mi opinión se fundamenta tan sólo en una corta emisión televisada) pienso que los grupos antes citados están anclados en un estilo desfasado y que se cae de puro anacrónico. Haría falta, no obstante, una estancia en Sevilla para poderlo afirmar de una manera categórica y rotunda. Para entendernos: dudo mucho que exista en Andalucía hoy un grupo de valía y significación equivalente al Smash de hace cuatro años. Lo que sí ocurre, sin lugar a dudas, en cambio en Barcelona. Así me lo reafirmaba, hace unos días, Jordi Sabatés: “La música “progresiva” de aquí fue positiva en tanto que despertó a la gente; pero los mejores grupos tenían la mitad de calidad de cualquier buen grupo de ahora (la Orquestra Mirasol, por ejemplo). Los grupos decían mantener una lucha contra el sistema, pero se trataba del sistema americano, no del de aquí”.

Puente sobre aguas progresivas

Siguiendo con Jordi Sabatés –“Vampyria”, mano a mano con Tete Montoliu, finas y resbaladizas estrías de su disco más reciente-, hay que reconocer que pasó por encima de la época de la “música progresiva” sin ser encasillado en ella. “Ten en cuenta –sigue Sabatés- que en la época de Pic-Nic, dos años antes de Máquina!, Toti y yo hacíamos cosas mucho más “progresivas” que el grupo “progresivo” por excelencia; cosas censuradas absolutamente por Hispavox (versiones de Cream, Al Kooper, Bloomfield, etc.), que tengo grabadas en cinta. Luego, cuando llegó el “boom” de lo progresivo, las editoras de aquí se comportaron tan superficialmente que a cualquier persona con aspecto hippie le grababan ya un disco. Se dieron cuenta de que era el aspecto lo que “se llevaba” y no la calidad. Fuimos huérfanos en el tiempo y en la geografía. El fin del “boom” se produjo porque no tenía sentido en aquel momento aquella música aquí. Por otra parte, faltaba personalidad y formación musical. Era montar un “tinglado” para gente que no tenía nada que decir. En cambio ahora soy optimista: hay mucha gente con ganas de trabajar y pocas envidias. Casi toda la gente que ahora toca lleva años haciéndolo, cosa que no ocurría en el año 70, en que había mucho de improvisado. ¿Quieres un ejemplo?: Cerebrum”. Y, con Toti Soler, coincidirían en las muchas posibilidades que está dando un local como Zeleste.

Zeleste y la joven generación

A lo largo de este reportaje se ha citado muchas veces la importancia de Zeleste para sacar a nuestra música de la astenia en la que había caído, tras el “boom” de la “música progresiva”. Tal vez el grupo más beneficiado, hasta el momento, por la labor de dicho local sea la Orquestra Mirasol. Hablamos de ello con Víctor Amman y Xavier Batllés. “Yo todo el rollo de la “música progresiva” –afirma Víctor Amman- lo desconocí por entero. Estaba con un grupo de jazz y “pasaba” de todo lo demás”. “Por mi parte puedo decirte –añade Xavier- que hubo una época de círculos bastante cerrados en al que cada uno intentaba introducir al amigo en el suyo, para darle una oportunidad de trabajo. Yo estaba con Àngel Fàbregas, haciendo arreglos para los discos infantiles de Ara va de bo. Conocí a Víctor y, cuando para “Pere Poma” resultó que faltaba un pianista, rápidamente le propuse a él. Ha sido en los últimos dos años que los círculos se van ensanchando y todo se ha mezclado y nos conocemos todos mucho más…”. Víctor: “El grupo de jazz se deshizo, cuando yo me fui para trabajar con Xavier. Lo que había entonces eran grupos caseros. Con Zeleste, en cambio, hay la posibilidad de actuar. Saldrán grupos a partir de ahora, pero tengo miedo que la cosa no funcione demasiado tiempo; por lo menos el tiempo necesario para que los promotores se animen y… Hay el peligro de “quemarse” y de que se vaya todo a la mierda. Lo grave es que existe más interés extra-musical que musical propiamente dicho”. Les pregunto si de esto no tienen ellos también parte de culpa, por haber cultivado una cierta imagen triunfalista… “Sí, sí, tienes razón. Tenemos que dejar de hacer conciertos “triunfales” y emprender un trabajo de hormiguita. Hacer dinero en alguna sala grande, para luego poder dar conciertos en La Florida u otros barrios: cada sitio tiene sus problemas concretos. ¿Cómo vamos a comunicarnos, si ignoramos la problemática de la gente que tenemos delante?”.
También en Zeleste podría haber iniciado este reportaje. Reportaje que, en gran parte, me he planteado al haber sido testigo de mil conversaciones, de mil proyectos, en sus despachos siempre repletos de gente. Zeleste –rojas cortinas, amplio vestíbulo, silueta gótica proyectándose en la estrecha calleja- ha hecho posible el encuentro entre unos músicos y un público en el aire salado de una Barcelona que vive de espaldas al mar.

“El momento musical es ahora y aquí especialmente bueno: hay gente que hace música y existe una cierta estabilidad. –Habla Víctor Jou, joven propietario del local.- La gracia de Zeleste estriba, pienso, en que intentamos hacer el movimiento desde dentro, desde los propios músicos… Estamos creando una especie de infraestructura; ahora mismo, acabamos de comprar una furgoneta y un equipo de voces para uso colectivo. Esto define ya la diferencia ente Zeleste y el Iris: lo del Iris fue algo básicamente extra-musical con un empresario que contrataba a los músicos y alquilaba el local. ¿El futuro?: yo soy más bien optimista, aunque no se me oculta que tal vez sea duro mantenerse y que tendremos que luchar mucho. Sin embargo, ahora hay gente que vive de la música, desde dentro de Zeleste: y hay que procurar que cada vez sean más. Creo que estamos asistiendo a en Cataluña a la sustitución de la “cançó” a secas por la música, con o sin canción. Vienen de pueblos y ciudades a contratar a grupos de aquí; y muchos de los que vienen son los mismos que han estado organizando festivales de “cançó” desde hace años. ¿Cuál es el proceso que sigue Zeleste con los músicos, preguntas? Pues, mira, comienza aglutinando a la gente y dejando el local para ensayar y actuar. Hemos creado un departamento de “management” para buscar actuaciones a un puñado de músicos (Orquestra Mirasol, Toti Soler, el Gato, Pau Riba, Dharma, Jordi Sabatés, Sisa…). Luego, hemos llegado a un acuerdo con Edigsa para soslayar dificultades de grabación, a través del sello Edigsa/Zeleste. Y, en fin, estamos abiertos a nuevas experiencias. A intentar llegar a mercados extranjeros. A sacar una revista. En fin…”.
Al salir, cerca del puerto, pienso en cómo puede acabar todo esto. Y recuerdo que Luigi –ex-Máquina! y ex-Orquestra Mirasol- me decía que básicamente la problemática en una y otra formación era la misma; y que las cosas no iban a cambiar, mientras no hubiese un cambio a fondo de las estructuras socio-políticas. Sin embargo, la música de Dharma, Toti, Jordi Sabatés y algunos más están ahí, desbordando creatividad y estilo propios. Tal vez no sea lícito preguntarse cómo acabará esto, sino como seguirá… Cuando este destello de esperanza sea esperanza entera. Mañana, cuando en las catacumbas entre también el sol.