Publicat dins: Poesia - 05/10/2010
Només començar l’octubre ens informen de la mort sobtada de Miguel Ángel Velasco. En memòria del poeta mallorquí publiquem aquest poema a manera de petit homenatge.
Oaxaca
Después de la metrópolis
atropellada y bárbara de turbia
consigna y policía,
después de las vitrinas
donde la calaveras gritan con su lengua
de pedernal, después la viruela
del tiempo en el basalto de los dioses,
después de las hambrientas
ruedas del rojo sol, del sol jaguar,
el vivir se serena en esta plaza
de la ciudad abierta a su latido,
a la recién nacida pulsación
de este vida arterial
de sol y soportales,
de altas copas y clima
de vecindad. Rompe la espuma
del día en este zócalo
con música de calle bien sonada,
con pompas de jabón, y va subiendo
una escala de amparo pompa arriba
del ojo, y soy apenas la mirada
prendida a la corriente, y ya me gira
el volante del garbo de un andar
con su enagua y su frunce.
Me adelgazo en la piel
del puro trascurrir que me desteje
en su devanadera.
Quiero grabar la luz de cada rostro
de esta ciudadanía, porque hoy
bajo el palio del cielo he respirado
el aire de las almas federadas.
Poema publicat a la web de Ateneu Llibertari Estel Negre
A la fotografia Miguel Ángel Velasco amb Enric San Miguel
3 comentaris
joan carles usó
7 de desembre 2010, 12:26 PM
1El passat 22 de novembre es va cel·lebrar a la Fnac de València una lectura poètica en homenatge a Miguel A. Velasco en la que vam participar un bon grapat d’amics (Vicente Gallego, Carlos Marzal, Enrique Ocaña, Isabel Escudero, Fifo Lage, etcètera). Va ser un acte molt emotiu i sentit i em complau compartir amb tots els amics de lwsn la carta d’acomiadament que li vaig escriure a títol pòstum i un poema que li va dedicar Vicente Gallego i que em va agradar molt:
Querido Miguel,
“Hombre-leño”, me motejaste durante una velada de altura en que la materia (la mía) ofrecía más resistencia de la habitual a la sustancia. Fueron testigos de aquel bautismo travieso otro amigo poeta, como tú, una diosa germánica y una ninfa de la tierra… Imposible encontrar mejor compañía para un viaje.
Luego (¿o fue antes?) me regalaste el esqueleto de un erizo de mar, que es un poema: una “pagoda pura de la simetría”, dijiste. Y también un poema, que es un erizo, al cual iguala como mínimo en belleza. Desde entonces, he conservado ambos regalos (el erizo/poema y el poema/erizo) como si fueran el más preciado de los tesoros.
Pero nuestra amistad ya había quedado sellada de tiempo atrás, desde que nos estremecimos de gozo al contemplar nuestras almas desnudas al borde de aquel quimérico estanque, donde me recordaste, amigo, que las palabras no son inocentes. Fue una noche de júbilo fúngico, donde chapoteamos a nuestro antojo bajo la comprensiva mirada de Catón, aquel perro viejo y sabio. Después vendrían más chapoteos: las noches estrelladas del Mediterráneo y los bosques del Pirineo fueron escenarios perfectos para desarrollar nuestra fraternal complicidad.
Te has enfrentado a la visita de la parca solo, a pecho descubierto, una tarea que debiera estar reservada únicamente a quienes tienen hechuras de héroe, pues todos sabemos que a la Dama de la Guadaña nunca se la vence… como mucho, se la puede engañar, aunque no indefinidamente… ¡Pero tú tenías cuajo de héroe!
Prefiero pensar que no has tenido que librar batalla alguna, que no has sufrido, que simplemente has pasado (como Alicia) al otro lado del espejo, desde donde nos observas preñado de compasión (a todos nosotros, ¡pobres mortales!) con esa pinta tuya de bucanero psiquedélico.
Un abrazo infinito,
jc
P.D.- Me acabo de enterar que uno de tus últimos escritos no fue un poema soberbio de los tuyos, sino un e-mail con mi número de teléfono para el Gnomo del Valle de Tena, que lo había extraviado. ¡No sabes cómo maldigo el fatal destino que nos ha impedido reencontrarnos en breve, como teníamos pensado los tres!
MIGUEL ÁNGEL VELASCO EN SU CENTRO Y EN SU HIMNO
Aunque dirá la prensa que te fuiste,
sentados bajo el manto cristalino
de tu gran padre el ácido
junto al fuego de Javea, en la alta brasa
de la pura amistad estamos hoy,
riéndonos del mundo y de lo nuestro
con esa risa tuya que era aurora
y huracán de las risas, vida a coro.
Aquí quiero tenerte, aquí y ahora,
que cuanto fuera ayer, lo de mañana,
para visto y no visto lo miramos.
Aquí tus damas bellas:
Consuelo la primera, madre azul
de tus azules ojos planetarios,
Angelika, Isabel, nuestras amadas,
que a ti te preferían,
y los varones todos, tus compadres
de afecto umbilical, un solo ombligo
en apretada piña contra el humo.
Sobre el lecho muy negro de antracita
que era a veces tu mente, tu espíritu
-la chispa de tu dios, que fue Dionisio
Zagreo el cazador,
el dios sufriente, ahíto de su gozo-
brillaba como acero inquebrantable,
está brillando, hermano, y me ilumina,
y canta fuerte en mí como cantabas.
Entre los doce anillos, por sus ojos,
con precisión temible,
pasaste la gran flecha castellana
de bronce refulgente, y nos herías
con tal pulso y piedad, que era el brotar
de nuestra sangre música de endecha.
Me enseñaste a querer los minerales:
“¡Míralos, si están vivos!”, me invitabas,
y Catón asentía, sabio y manso,
tu eterno perro nuestro, compañero.
Recogías el hongo de la tierra,
la madera fragante, el amonites;
de la mar la gorgonia; de la luna
la pureza en el duelo diamantina;
del cielo un hilo en copo,
que hallaban en tu templo devoción,
humanidad y voz, alma en tu canto.
Lo que te debe en mí la gratitud,
¿en qué largo tratado, en qué opus magnum
podré nunca ponerlo por escrito?
Ni tú mismo sabrías, y con eso
quede constancia aquí de una gran deuda.
Pero que nadie diga que yo peno
aunque en lágrimas naden mis pupilas,
que el que llegó hasta el fondo del Amor,
así sea tan sólo, enteramente,
por uno de sus mil hijos pequeños,
sabe bien que no hay muerte verdadera,
porque hay una verdad que la desmiente,
que la clava en su luz enamorada.
Aquiles de las crenchas rubicundas
cuando a guerra llamaban los placeres;
cristo muerto de Holbein -que en tu casa
tenías a la vista, siempre expuesto-
cuando la vida echaba, legionaria,
tu pobre manto a suertes más oscuras.
Torbellino, espiral y cataclismo
encontraron en ti su cuerpo entero;
el temple su hijo raro, pues templabas
en el exceso el gris, y hasta el azul,
porque diera un azul ultramarino.
Con menos que lo más no hiciste migas,
ni quisiste saber de la tibieza,
y yo te aplaudo el gusto, mi almirante
montado en el relámpago
de la humana pasión, firme en la altura.
¡Y que Aquiles dé en tierra,
y que tenga Patroclo que llorarlo!
Consuelo
22 de maig 2012, 07:59 AM
2Han pasado 19 meses querido Miguel-Angel,( casi 20 ), y he leido por primera vez este poema, Tan bello de tu amigo Usó.
Querido mio, mi hijo, estas en mí, como el primer dia………..
Canti
1 d’octubre 2012, 11:11 AM
3Hoy uno de octubre se cumplen dos años de la prematura muerte del gran poeta mallorquín Miguel ángel Velasco (1963-2010).
Entrevista tributo realizada por Enric De San Miguel y publicada en su blog y en Revista Ulises
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