Article publicat a El Víbora, especial Música, 1982.

NO ES MÚSICA TODO LO QUE SUENA

Existen diversas opiniones para definir con exactitud lo que es la música. Yo, pienso que la música es un enorme misterio y que cuando los hombres la descubrieron se deben haber llevado un buen susto.

Para el físico siempre ha sido una compresión del aire, unos sonidos más o menos agradables de frecuencias proporcionales con los que jugar en el laboratorio. Para los políticos según se está viendo últimamente puede ser cultura y como tal ya están proponiendo crear músicos funcionarios para servir a sus intereses. Para la Iglesia ha sido un aditamento a la liturgia, un vehículo de elevación espiritual y en este sentido la han utilizado a lo largo de toda su historia. No está mal, creo, la idea que tiene la Iglesia de la música, al menos reconocen su calidad de misterio.

Nadie sabe lo que es la música, ocurre un poco como en el fenómeno OVNI, que está ahí, que se ve todos los días pero que nadie sabe lo que es.

¿Donde está el misterio de las canciones, esa mezcla maravillosa de melodía, ritmo, armonía y letra que nos transporta, que nos hace olvidar lo desagradable y nos despierta zonas del cerebro habitualmente aletargadas?. Es seguramente la conjugación idónea de sus elementos la que produce un efecto mágico en el oyente y le lleva a el colocón natural que nos pone como una moto sin necesidad de emponzoñarnos el cuerpo con fármacos y bebidas impuras de difícil eliminación renal.

Hace veinticinco años cuando yo tenía seis oí una canción que me dejó knocked-out, se trataba del tema “crazy man, crazy” por Bill Haley and the Comets, compré el disco y desde entonces os aseguro que mi vida ha girado en torno al tocadiscos. Para cada momento de mi vida, creo que tengo una canción que me lo evoca perfectamente. Hay una canción para el primer party (guateque) al que asistí, otra para el primer amor, otra para la primera amante, otra para el primer porro, otra para el más terrible desengaño, otra para cuando nació mi primera hija y así sucesivamente. Siempre hay una canción… Son bellas canciones, sencillas melodías , de Paul Anka, Neil Sedaka, The Beatles. Bob Dylan. Joao Gilberto. CSN & Y, etc. que producen una descarga sobre el subconsciente y desatan sentimientos; – vamos, un archivo prodigioso de sueños e ilusiones -.

Nosotros, los cultivadores del género rítmico, conocemos el estado psíquico que se accede cuando hay buen compás y la orquesta “camina” como se dice en el argot sabroso. En ese momento cuando la trama rítmica del tumbao (esqueleto) llega a una perfección sublime, invade a los músicos un relax maravilloso en el cual todo es posible. La música se convierte en protagonista y los músicos son meros instrumentos de una realidad emocional superior.
A este estado de trance es al que llamamos “el globo”, se dice que se coge el globo porque la sensación es la de estar levitando.

Los iniciados tienen por supuesto más facilidad para acceder a este plano, son las personas que no reconocen música más que en ese estado y son por lo general músicos que se dedican al género sabroso.

Hay una disjunción clara, la música es o no es, no hay términos medios ni situaciones de compromiso, el músico de verdad lo sabe y cuando no consigue el ambiente idóneo piensa que ha fracasado.
Estadísticamente en mi orquesta sabemos que podemos conseguir sólo un 5% de música en un recital, lo demás es ruido. En otras palabras yo creo que como no es oro todo lo que brilla, tampoco es “música todo lo que suena”.

Gato Pérez.


Ja soc aquí


Ahi se queda la canción