En esta página Felipe Borrallo trata de reseñar los primeros libros considerados capitales dedicados a los enteógenos, historia de la prohibición de las drogas, cómo tuvo lugar su descubrimiento por los seres humanos y sus procesos de difusión, aceptación, usos y, en su caso, prohibición.


Felipe Borrallo con Antonio Escohotado

Estas reseñas y comentarios fueron publicadas anteriormente por la revista Cañamo. Agradecemos al equipo de Cáñamo que sea como es.
Ilustraciones archivo de E. Mérito.
Buena lectura.

Libros:
Solaz del espíritu en el hachís y el vino y otros textos árabes sobre drogas

Los Asesinos

Alamut

Mi peregrinación y la Meca

Solaz del espíritu en el hachís y el vino y otros textos árabes sobre drogas

Solaz del espíritu en el hachís y el vino y otros textos árabes sobre drogas
Introducción, traducción y notas de Indalecio Lozano. Universidad de Granada: 1998.
(Núm. 167 de la revista Cañamo, pág.162)

En los albores de su expansión, el islam entró en contacto con el cáñamo, planta usada con gran profusión en China, India, Persia, Mesopotamia y Egipto durante miles de años. Como ha sucedido a lo largo de la historia,
a la novedad sigue su difusión, su estudio, su uso medicinal, la alarma de sus detractores, un intenso debate entre pro y antiprohibicionistas y, en la mayoría de los casos, su prohibición.
Ya en el siglo IX se han traducido al árabe Dioscórides (siglo I dC) y Galeno (129-199). Razes (865-925) y Avicenas (980-1037) prescriben el cáñamo para curar la pitiriasis y para estimular el crecimiento del cabello.
En la escuela de Medicina de Avicena (hasta el descubrimiento del éter en el siglo XIX), los anestésicos disponibles son el cannabis y el opio. En el siglo XIV, su uso se extiende al tratamiento del vitíligo y la lepra, como antiepiléptico, para la otalgia, dolores nerviosos, el dolor de la gota y la oftalmia. Otros médicos ecomendaron la semilla por su poder vermicida.
Paralelamente en el tiempo se extiende el empleo alimentario de los cañamones. Avenzoar (m. 1162) explica la elaboración del pan de cañamones. Ibn-al-Adim (1192-1262) menciona los cañamones entre los ingredientes de cuatro recetas para cocinar nabos. Mayor uso tuvo como planta textil y en la elaboración de cuerdas, redes y tejidos. Dawud-al-Antaki (n. 1559) sostiene que los tejidos viejos de cáñamo son un remedio para las úlceras y las heridas, un reciclaje ingenioso y pionero. También tuvo un gran uso como forraje, combustible, insecticida o repelente de animales.
En el siglo XIII, los ulemas y los estamentos encargados de velar por la cohesión y la ortodoxia de las estructuras sociales centran su atención en el cáñamo y desencadenan una cruzada contra la planta sin precedentes. El cáñamo pasará de ser considerado alimento y medicamento, a ser definido como embriagante tóxico y nocivo, y por tanto, ilícito igual que el vino. La rivalidad entre partidarios y detractores del hachís
queda reflejada en la lucha, en el siglo XIII, entre las corrientes ortodoxa y heterodoxa del sufismo.


La ejecución del sufí al-Hallaj

Los miembros de las órdenes sufíes ortodoxas, especialmente sus dirigentes, mantienen una estrecha relación con el poder. La corriente heterodoxa y marginal proviene de las clases sociales más bajas. A dos cofradías heterodoxas, la Qalandariyya, y su rama persa, la Haydariyya, atribuye la literatura árabe el descubrimiento de las propiedades psicoactivas del cáñamo. Sus detractores dicen de ellos que no ayunan, no cumplen las prescripciones religiosas, no se purifican con abluciones, se perforan el pene para simular castidad y tienen la execrable costumbre de afeitare el rostro por completo. Aromas del fundamentalismo islámico.
Sin embargo, estos sufíes lo consideraban un estímulo para su inspiración religiosa, que les servía en la repetición de sus plegarias, en sus invocaciones rítmicas del nombre de Dios y para suportar largas horas de meditación, oración y ayuno. Pero lo que distingue la actitud de estos sufíes hacia el hachís es la devoción religiosa que le profesaban, el culto y ritual que hacían de su uso: “El hachís es morada de la aproximación a Dios, suma de la presencia divina, manifestación de su santidad: es la sagrada esencia de mi ser, aquello que me acerca a Dios”.


Flor del Beleño

Hasta aquí un resumen de la introducción de Indalecio Lozano, profesor titular de Estudios Árabes de la Universidad de Granada y recopilador de Tres tratados árabes sobre el cannabis índica (Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, 1990), además del libro que nos ocupa.
Las mismas diatribas prohibicionistas se repetirán con el opio, el café, el tabaco, el cat, la leche de yegua fermentada, el beleño e incluso el azafrán, plantas que conforman, cada una, los capítulos del libro.
Los capítulos dedicados al hachís representan en toda su amplitud los conocimientos agrícolas y botánicos expuestos en El libro de la agricultura nabatea, datado alrededor del 350 dC. Fue traducido al árabe entre el 903-904 dC. Consta de instrucciones para su cultivo, descripción de la planta, usos, leyendas sobre su origen en la India y apunta que la palabra persa para cañamón significa ‘rey de los granos’; también es llamado “grano chinesco”.

A continuación aparecen los textos escogidos de los detractores del hachís y el vino, los principios legales que fundamentan su prohibición hasta la fetua en que se declara ilícito el consumo de hachís, todos del siglo XIII. Solaz del espíritu en el hachís y el vino… es la más amplia monografía sobre el hachís en árabe llegada a nosotros. Es un compendio de los principales tópicos sobre el hachís en la literatura árabe hasta el siglo XV. Su autor, Al-Badri (1443-1489), explica las condiciones que han de regir el uso del hachís: limpieza del cuerpo, de la ropa, comerlo en lugar prescrito para ello, no ingerirlo sino en compañía de su gente, y cogerlo con la mano derecha recitando una extensa oración de alabanza y gratitud a Dios: “Quien toma hachís sin observar el cumplimiento de estas condiciones no obra con rectitud ni seso e ignora las razones y propósitos que deben atenderse al usar esta droga”.
A las personas con temperamento bilioso les origina arrojo y cólera; al flemático, sopor y silencio; al melancólico, llanto y angustia, y al sanguíneo, regocijo y embriaguez.
Si se desea librarse de sus efectos debe instilarse aceite en la nariz o beber leche agria. Los baños en agua fría los debilitan y el sueño los elimina por completo. Como bien sabemos hoy en día, tenían toda la razón, tanto en lo referente al efecto dispar en diferentes personas, como en la manera de bajar los efectos indeseados.


Miniatura que representa un ritual oculto, del Kitab-al-Bullhan

Como nos dice Joan Corominas, hachisien quiere decir ‘bebedores de hachís’, aunque la costumbre era comerlo, haciendo una pasta y dándole forma de bolas, o beberlo en bang, originario de la India. Existen muchas recetas para hacer las bolas, la más sorprendente os la resumo: “Toman hojas de cáñamo [se supone cogollos] cultivado [en contraposición al silvestre] y después de dejarlas fermentar un tiempo, añaden por cada siete partes una de excremento de vaca, que sirve de levadura en lugar de las hojas frescas, cuando no es posible recolectarlas. Si no se utiliza excremento de vaca, el hachís es pesado, quebradizo y basto. Después de añadir los excrementos sumergen la pasta resultante en orina [se supone humana] hasta que empieza a descomponerse y nacen en ella gusanos. Si éstos tardan en aparecer, exprimen sobre la pasta un trapo empapado en sangre de menstruación. Si no se dispone de uno utilizan en su lugar sangre derramada y dejan así la pasta hasta que nacen los gusanos. Después la machacan con un almirez y obtienen un polvo muy fino y finalmente lo tamizan. 

En la fetua en que se declara ilícito el hachís, en el siglo XIII, se lee: “¿Qué responderán estos descarriados si se les dice que el maldito hachís hace que el que lo come no sienta celos, y que destruye su sentido del honor hasta el punto de que lo convierte en cornudo complaciente o en sodomita pasivo, o en ambas cosas a la vez? El hachís corrompe el temperamento de quien lo consume y así muchos han enloquecido por su causa”. La misma infamia usada por las huestes de la Prohibición en Estados Unidos, que logró su prohibición en 1933 y que fue mantenida en España por fogosos prohibicionistas en los años setenta. 

Respecto al opio, igual que en el caso del cáñamo, los árabes aprendieron sus propiedades terapéuticas a través de los autores griegos. Fueron los peregrinos de Irak y Persia los que llevaron la costumbre de tomar opio a la Meca. En Egipto, su uso era anterior a la llegada del islam. En Asia Menor se extendió después de las cruzadas.


Tabaco

A los médicos árabes les preocupó sobremanera el tratamiento de lo que hoy se conoce como síndrome de abstinencia. Saben que la abstinencia no conduce a la muerte y aconsejan que se reduzcan paulatinamente las dosis a la vez que se sigue una dieta específica basada en carne de pollo, miel y leche fresca. La preocupación por la calidad del opio y los muy diferentes métodos para adulterarlo constituyen indicios de la gran difusión y el elevado coste de la droga. Las adulteraciones más frecuentes eran mezclar el opio con jugo de glaucio, con jugo de lechuga silvestre o con goma; aunque: “Hay gente tan malvada que incluso lo adultera con grasa”.
Como conocen perfectamente “la recaída”, recomiendan evitar la compañía de quienes lo consumen y deben frecuentar a gente virtuosa y, en general, a los que no tienen relación de su consumo.


Dioscórides. De materia medica

Como la costumbre era beberlo desde los tiempos antiguos, como la triaca y los electuarios, los árabes adoptaron su propia receta llamada “bars”, que tenía diferentes efectos: el primero de ellos movía a manifestar a través del canto el placer que producía, el segundo hacía muy locuaz a quien la tomaba, el tercero hacía bailar, un cuarto producía agradables visiones y el quinto actuaba como sedante.
Entre los componentes del bars se mencionan la pimienta, el opio, el azafrán, el pelitre, el beleño, el euforbio y el nardo. Uno a uno, Al-Yazzar (siglo XVI), en Condena de quienes toman la droga que llaman bars, califica los
ingredientes del bars como tóxicos peligrosos e incluso mortíferos.


Azafran

La forma más corriente de consumir el opio era comerlo dándole forma de bolas llamadas “bars”. La pimienta inflama el corazón y quema el hígado; el opio causa la destrucción del cuerpo; el azafrán causa disturbios mentales y anula la sensibilidad cerebral; el pelitre es el más peligroso, pues seca los humores del cerebro y lleva a la melancolía, origen de todas las enfermedades; el beleño es letal y más abominableque el opio; el euforbio reseca los humores cerebrales y causa locura e intoxicación mortal y el nardo produce euforia. Una vez condenadas sus partes, el conjunto no puede ser más que demonizado y prohibido, excepto en usos terapéuticos severamente justificados: “Sólo los necios, los innobles y los viles lo usan asiduamente y lo toman como oficio, tarea, ocupación, convite, compañía y modo de vida”.


Opio

Hibragim Al-Laqqani (siglo XVIII) opina que es lícito tomar opio, beleño, datura y leche fermentada en cantidades que no produzcan desórdenes mentales, ni insensibilicen los sentidos, ni produzcan daño alguno a quien los consuma. Sin embargo, es conveniente que las personas juiciosas no los usen sino cuando sea necesario por motivos de salud. Avicena recomienda las semillas de beleño blanco, en preparaciones usadas para engordar, pues espesan la sangre y la coagulan, curan la gangrena de los huesos y sirven para tratar las hemorragias excesivas. El beleño negro está desaconsejado.
Ibn Imran lo recomienda, mezclado a partes iguales con opio, para el catarro y el dolor de muelas. Sus semillas pulverizadas y mezcladas con aceite de cedro, empastadas en los dientes y muelas careados, calman su dolor. Entre las drogas corruptivas se cuentan los granos que vienen mezclados con el trigo traído de Dahlak hasta la Meca y que son conocidos como cornezuelo del centeno.
Las mismas cruzadas prohibicionistas se reproducen en los casos del café, del tabaco y del cat. El más interesante es el caso del cat, que, como el café, llegó al Yemen desde Etiopía. La noticia escrita más antigua del cat se remonta al siglo XIV. También los sufíes vieron en el cat un medio para el acercamiento a Dios. Igual que el hachís y el café, no fue considerado solamente como una ayuda por los sufíes en sus prácticas religiosas, pues creían que con el cat el espíritu puede desligarse de sus ataduras corporales y alcanzar la percepción de la realidad. A partir del siglo XVI, el consumo de cat se extiende a todas las capas sociales en ciudades y zonas rurales. Quienes lo desaprobaban afirmaban que el cat produce embriaguez y, por tanto, debía ser prohibido. Los defensores argüían que su consumo disminuía el hambre y el apetito sexual y, por lo tanto, inducía a la vida piadosa.


Miniatura turca con derviche bailando

Los defensores han ganado la batalla. En la actualidad, su consumo se ha extendido por Etiopía, Djibuti, África Oriental y Yemen. Las autoridades de este país se niegan a aceptar las recomendaciones de la OMS y de la ONU, que preconizan su prohibición.


Pimienta negra

En una fetua publicada en 1982, redactada por los ulemas del Consejo Judicial Supremo y el Tribunal Supremo de la República del Yemen, inspirada en los valores culturales del Yemen, se rechaza todo intento de prohibir el cat: “Teniendo en cuenta todas estas razones, nosotros, ulemas responsables de ordenar hacer el bien y prohibir el mal, y de exponer claramente la verdad, resolvemos y dictaminamos que el cat es lícito, lícito y lícito”. Esta fatua inversa declara fuera de la Ley Islámica a todo aquel que prohíba el cat. Un ejemplo de cómo se puede luchar en contra de la prohibición apelando a los usos culturales tradicionales, argumento que la ONU acepta en situaciones análogas en Marruecos con el kif y en Bolivia con la hoja de coca.
Este libro llena un vacío de más de medio siglo sobre nuestro conocimiento del uso de sustancias psicoactivas en un momento histórico de Europa conocido como edad oscura, la época del árabe como lengua del saber y de la inteligencia. La edad de oro de la civilización árabe. La lectura de este libro es muy recomendable, tanto por su clara exposición y amplia selección de textos, que van desde episodios de las Mil y una noches, la poesía de tradición báquica y el conocimiento de los usos medicinales, hasta el aprovechamiento total de unas plantas que son corresponsables por coevolución del confort y desarrollo psíquico de la humanidad. La antología de Ignacio Lozano la disfrutarán tanto los aficionados como los eruditos en el tema. Buena lectura.

Los Asesinos


Los asesinos
W.B. Bartlett, Crítica, 2006
(Núm. 168 de la revista Cañamo, pág. 172)

“Leyenda y realidad histórica de la secta secreta del islam medieval”. Con este subtítulo tan preciso, Bartlett, especialista en las cruzadas, nos lleva hasta los orígenes de la secta mal llamada “de los asesinos”. Sus enemigos los llamaban “hashshasin”, una palabra despectiva que, en sentido amplio, significa ‘consumidor de hachís’. Se trata de una denominación peyorativa que los musulmanes aplicaban a personas que consideraban reprobables y denotaba lo peor y más bajo de la sociedad.


Asamblea de derviches, Irán, Jorasán, Siglo XVI.

A la muerte de Mahoma, en el 632, se desencadenó una larga guerra civil que escindió el islam en varias facciones. Siglos después, una de éstas, la de los chiíes, se fragmentó a su vez, surgiendo un grupo conocido como los ismailíes. Éstos se escindieron de nuevo. Una de las facciones se denominó según el nombre del último líder reconocido. Se llamaba Nizar, sus seguidores se llamaron a sí mismos “nizaríes”. Su propia leyenda, divulgada por sus detractores como violentos y poco de fiar, jugó en su contra cuando los mongoles destruyeron Alamut en 1256, arrasando Bagdad y obligando a los nizaríes supervivientes a emigrar. Académico, serio e imprescindible para introducirse en los mil vericuetos de la historia del islam, desde sus orígenes hasta 1850, cuando el por entonces agá khan fue forzado a huir de Persia a la India. Sus tributarios, los khojas, que permanecían en Persia, se oponían a continuar pagando el tributo anual y decidieron apelar a la justicia británica. Argumentaron que no mantenían ninguna conexión con el agá khan y que eran libres de vivir independientes de su control. El tribunal consideró demostrados los antecedentes del agá khan y su parentesco con la línea de sangre de los imanes de Alamut. La comunidad, dijo el juez, formaba parte de la comunidad khoja de la India. Eran un grupo hindú en origen, que se había convertido a la fe del imanato shií de los ismailíes y que ha estado y está vinculado por lazos de lealtad espiritual a los imanes hereditarios de los ismailíes.
Existía un vínculo probado, según el tribunal, entre la comunidad nizarí de la India y sus antecesores, los llamados “asesinos”.

Alamut


Frontispicio del manuscrito. Libro de los antídotos del pseudo Galeno

Alamut
(Vladimir Bartol, El Aleph, 2003)
(Núm. 168 de la revista Cañamo, pág. 173)

Esta novela, escrita en los años treinta del siglo XX, narra, de manera plausible, el modo de vida y aleccionamiento de los nazaríes en Alamut, castillo del Viejo de la Montaña, Hassan-i-Sabbah, líder de la secta en el siglo XII, figura tenebrosa, casi etérea, que posee poder sobre la vida y la muerte. Como si sus seguidores pudieran penetrar sin ser percibidos en el círculo de confianza de las personas que planean matar. *Estos seguidores eran comprados de muy jóvenes y encerrados en Alamut, donde son
sometidos a un verdadero y largo “lavado de cerebro” hasta la mayoría de edad.* El Viejo explica de sus seguidores que los deleites del Paraíso son tan grandes que se obsesionan con ellos hasta tal punto que desean morir más pronto para recibirlos. El Viejo les entrega unas dagas consagradas y los intoxica con una poción que los sume en el éxtasis y el olvido y les confiere sueños fantásticos llenos de placeres y deleites, pero que son sólo apariencia, y les promete la posesión eterna de estas cosas en recompensa a sus acciones.


Manuscrito del quinto libro del Qanû fi l-Tibb (tratado de la medicina) de Ibn Sinâ. Iran o Mesopotamia , fechado en el 444H. /1052 dC.

En el momento de ser escrita, el autor quiere hacer una advertencia con la inquietante similitud entre los métodos del Viejo y los del nazismo y el estalinismo en la Europa anterior a la segunda guerra mundial.


Joven aristócrata conversando con un derviche. Iran, C. 1590

Mi peregrinación y la Meca

Mi peregrinación y la Meca
(Francis Richard Barton, Laertes, 1980)
(Núm. 168 de la revista Cañamo, pág. 175,176)

Burton (1821-1890) se alistó a los diecisiete años en el ejército privado de la Compañía de las Indias inglesa. Desde su llegada a la India destacó por su gran facilidad para aprender idiomas, llegando a dominar veintitrés, y siendo número uno en todos los exámenes. Esto, unido a su pericia por hacerse pasar por nativo, lo abocó a labores de espionaje. Estas dotes estaban acompañadas por su afición al cannabis, al opio, a las mujeres y al alcohol. En una de sus misiones contactó en el Sind (actual Pakistán) con una secta que enseguida comprobó alborozado era la sucesora de los nizaríes expulsados de Alamut por los mongoles. Su jefe era el agá khan, que cobraba en tributo de sus seguidores, cada año, el equivalente de su peso en oro. Como representante de la Compañía y del Imperio en la corte del agá khan, trabó amistad merced a sus conocimientos lingüísticos con derviches de la secta, a los que propuso sus deseos de ser admitido como un fiel más. Tras largas discusiones entre los derviches sobre la conveniencia de admitir a un extranjero, fue admitido como novicio, superando todas las pruebas pertinentes, incluidos ejercicios con espadas al rojo,
haciéndose heridas, que el novicio sufría en silencio, cuando el derviche susurraba palabras de consuelo en su oído. Superadas las pruebas se le dio un pergamino donde se reconocía su pertenencia a la secta y su calidad
de derviche.


Un príncipe visita a un hermitaño. Atribuido a Abb al Samad. India, C 1585-1590

Con este bagaje, después de convertirse al mahometismo y haberse circuncidado, tras una larga temporada en El Cairo aprendiendo árabe, partió hacia la Meca bajo el disfraz de médico, excusa perfecta para transportar cannabis y opio en su botiquín y como jeque iraní, por tanto, chií, lo que le produjo algunos problemas por culpa del odio hacia los chiíes de los suníes, mayoría aplastante en la patria del profeta. A pesar de todo regresó sin mayores problemas. Su crónica está repleta de indicaciones lingüísticas, literarias, geográficas, antropológicas y mítico-legendarias respecto a la cultura árabe en casi toda su extensión, constituyendo un pozo sin fondo sobre todo lo que ve, oye o ha leído sobre los árabes desde los tiempos de Adán y Eva, según las fuentes, antes y después del profeta. Cuando Burton murió, su viuda y su secretaria descubrieron en su espalda grandes cicatrices de aquellas espadas usadas en su iniciación a la secta ismailita, en lo que él declaró sincera conversión. Posteriormente, para casarse con una mujer católica, se convirtió al protestantismo.
Con su proverbial ironía afirmaba que el mahometismo era la mejor religión para el hombre. Sin embargo, odiaba profundamente la esclavitud y la mutilación del clítoris, prácticas contra las que luchó toda su vida.


“Enebro y Sabina” del manuscrito De Matería Médica de Dioscórides

Publica La Web Sense Nom por cortesía de Felipe Borrallo y la revista Cañamo (derechos de copia)