Un article publicat a la revista Star num. 25, l’any 1976 pag..49, 50 i 51.

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Las calles pintadas de los pintores del grupo sin nombre

El pasado domingo 20 de marzo, mientras padres y niños del barrio Oliveras de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), organizaban una fiesta-teatro en un descampado, otro grupo pintaba una valla cercana, llenando cuarenta metros cuadrados de color compacto, formas, figuras, nubes. Los vecinos habían conseguido el terreno para hacer una guardería. El organismo oficial correspondiente no había dicho nada. La fiesta y la pintada eran el origen (la continuación, más bien) de una campaña para obligar a la Administración a edificar la guardería. La fiesta consistió en un simulacro de inauguración, con alcalde incluido, canciones improvisadas para la ocasión, procesión de niños pintados, música, alta- voces, etc.

los niños pintores

Cuando llegó el grupo de “pintores” los chavales se abalanzaron sobre los botes y pinceles y en medio de la mayor confusión llenaron de color las paredes de una casa a medio construir, abandonada. La furia y la constancia de los chavales se repite en cada ocasión. Es un deseo irrefrenable. Coger un pincel, un rodillo, un bote y pintar, pintar. A veces los pintores del “grupo sin nombre” y los chavales del lugar colaboran de una forma u otra. Los primeros aprovechando diseños de los segundos o los segundos rellenando espacios muertos dejados por los primeros. Pero lo cierto es que la colaboración es difícil, porque el desmadre infantil, por suerte, no tiene más límites que el cansancio o la atracción por otro desmadre más interesante. Lo que si es fácil es la colaboración por el diálogo, o mejor dicho, por la crítica vacilona y respondona que los chavales dejan caer implacable e incesantemente sobre los “pintores”. “Esto, que es?”. “Anda!, si este señor no tiene manos!”, etc. Las interpretaciones que los niños hacen de lo que ven que va saliendo en la pintada. interpretaciones de lo más inesperado, sirven para corregir, prolongar o incluso cambiar el rumbo y tomar la dirección apuntada por los chavales.
La gente mayor guarda más las distancias, aunque no siempre. Si el lugar de la pintada es de paso masivo de peatones y todavía más si es una plaza. como en el caso de Trinidad Vieja, la gente se aglomera frente a la pared haciendo todo tipo de comentarios, preguntas y sugerencias. Y casi siempre surgen el par o tres de tipos lanzados que se suman y dejan su pequeña obra en medio del mar de color.

Grupo de pintores sin nombre

La historia del grupo sin nombre es larga y curiosa. No se identifica con ningún grupo político, ni artístico ni nada. Actúan por libre, aprovechando la mayoría de las veces algún acto popular festivo o reivindicativo. En sus pinturas se refleja de algún modo directo o indirecto el problema principal que está vigente en aquel momento, el problema que origina la movilización domingüera de los vecinos del lugar. Pero también se refleja el desmadre artístico y la imaginación improvisada de los “Sin nombre”. Sus pintadas se caracterizan por ser compactas, llenas, ni un palmo sin pintar, ni un espacio a medio pintar, ni una figura sin acabar.

Cuando la pintura se adhiere mal, cuando la brocha sólo pinta a medias por la rugosidad de la pared, los “sin nombre” insisten, repasan y generalmente acaban venciendo la lucha contra la pared. Es una cuestión de principio. Es casi único principio que les guía. Eso significa muchas horas. No es sólo cuestión de que se vea que tal dibujo significa tal cosa, que esto significa aquello. No se trata de pintura esquemática y sacrificada, no es una pancarta más, es una vacilada fuerte. La diferencia básica entre las pintadas del “grupo sin nombre” y la mayoría de las otras es ésta. Es que además del tema les interesa la pared, Sí, si, la pared. Con sus callos, sus variaciones de tocho a cemento, sus irregularidades. Y les interesa la pintura, No “La Pintura”, como tema, como estética, como asignatura de Bellas Artes, no, no. Les interesa la pintura que hay en los botes, la pasta de color que va del bote a la pared, que se mezcla, que se derrite, que mancha, que gotea, que resbala. Esa es la pintura que les interesa y con ella pasan horas y horas corno quien se pasa horas y horas al sol en la playa, en el mar. El límite es la luz. Cuando se acaba la luz, plegan. Pero si ha quedado algún trozo chungo en el que la pintura se ha dejado vencer por la pared, entonces los “sin nombre”, sí encuentran la ocasión, vuelven a! ataque al cabo de unos días. Entonces pintan en solitario, sin fiesta popular, observados por la gente que pasa atareada que no acaban de entender esa manía. Yo tampoco la entiendo mucho, pero me gusta.

Pintores sin nombre en acción

El “grupo sin nombre” se llama así a fuerza de tener que responder que como se llaman y quien son. Después de las primeras pintadas en 1974 y 1975, uno de los socios de una asociación de vecinos que había solicitado la colaboración de los pintores, respondiendo a las preguntas de otro vecino, dijo: “No se, es un grupo de pintores, no tienen nombre”. Y desde entonces quedó lo del “grupo sin nombre”. El número de pintores es variable. Hay unos cuantos fijos y otros que se quitan y se ponen. De los fijos hay algunos que empezaron a pintar de repente en la Universidad Autónoma de Barcelona, hacia 1973. Eran tipos que no se sentían muy a gusto en medio de aquellos edificios faraónicos, inmensos, llenos de cemento y pasillos vacíos, todo recién inaugurado. Tampoco se sentían a gusto dentro de las clases y tampoco en las asambleas y discusiones políticas. La Universidad acababa de ser inaugurada. Los militantes políticos andaban despistados, allí en medio del campo, sin calles para salir a gritar, sin profesa viejos y fascistas a los que poder fastidiar, casi sin autoridades y jerarquías y burocracias, Todo era provisional y nuevo. No supieron aprovechar el despiste genera! para hacerse dueños activos de aquellos espacios vacíos que hoy están llenos de carteles y estudiantes serios, aburridos. En fin, ¡os que no se sentían muy a gusto aprovecharon la desorganización para desmadrarse y luchar contra aquel monstruo gris que se les iba comiendo. Por afinidad natural se conocieron, tumbados en el césped. Al poco tiempo decidieron pintar una pared inmensa, así por la cara, sin tema definido. Eran siete tíos. Buscaron pinturas, delantales, cassette y altavoz, cogieron palomas, botellas de vino, serpentinas, petardos. Y de repente un día, a mediados de diciembre, algo antes de acabar la primera clase, corrieron por los pasillos desde una pequeña clase todavía sin usar donde habían-montado su cuartel general a primeras horas de la mañana. Cada uno se llevaba algo. Todos disfrazados. Llegaron sin parar de correr al salón de entrada principal. Enchufaron el cassette a toda pastilla con música de Jethro Tull, engancharon un cartel en el que explicaban muy brevemente porque hacían aquello, destaparon los botes, accionaron los sprays y marcha!. Todo en cuestión de segundos. Al poco rato la gente salía de las clases precipitadamente y se aglomeraba frente a la pared. Cada vez más gente, cada vez más gente. Se soltaron las palomas entre fuertes aplausos y gritos, el vino empezó a circular aceleradamente, petardos estallaban. Los pinceles y los sprays pasaban de mano en mano llenando paredes, cristales y puertas. ¡Es la locura señores!. La gente salió al aire libre después. Se hicieron procesiones, se entronizó a un papa, un rey, una papisa, un obrero del mantenimiento iba en hombros recorriendo velozmente los cuidados céspedes, saludando y discurseando. Hubieron mítines improvisados, libertades decretadas, masas humanas en forma de inmensa pelota rodante por la hierba. A! final la masa persiguió al rey {que se llamaba Ataúlfo, por cierto) que fue destronado, tirado a la hierba y manoseado en medio de risas escandalosas y jadeos de cansancio. Fue un día feliz.

Bueno, pues después de aquello los partidos políticos se interesaron un poco por el tema. Invitaron a los “pintores” (que conste que no hay ningún profesional) a reuniones para buscar formas de colaborar que no llegaron a encontrarse. Los “pintores” montaron algún escándalo más, que algún día será contado, pintaron alguna pared más por allí y salieron de la Universidad con la carrera a medias o acabada. Hubieron dispersiones y reagrupamientos. Cada uno se movía en ambientes diferentes. Grupos de barrio, tribus hippiosas, comunas, mili. Aquello de Bellaterra se recordaba y algún profe o estudiante que los conoció allí los avisó por si querían ir a pintar una valla en un barrio con el tema de la especulación del suelo, zonas verdes, etc. Hubo un rápido reagruparniento, nueva gente se incorporó, amigúetes y amiguetas de los iniciales. La cosa caía al pelo porque la Universidad ya no significaba casi nada para ninguno de ellos. El cambio de escenario fue estimulante. Pintar en barrios populares, al aire libre, sometidos a la crítica más sana y directa de los naturales de cada lugar, entrar en ambientes desconocidos a pasar días enteros pintando, con la música puesta, el vino entrando, la gente rodeando, las formas y los colores modificándose. Desde entonces el grupo, constantemente renovado y apoyado por grupos de gente amiga, tribus sueltas, comunidades, francotiradores, han ido pintando vallas y fachadas en diversos barrios del cinturón industrial de Barcelona: Sant Just, Trinidad Nueva, Sagrera, Trinidad Vieja, Horta, Casco Antiguo, Ciudad Meridiana, Santa Coloma… y la cosa continua.

El grupo continua sin tener a ningún pintor profesional. Unos días antes de domingo previsto, se va a visitar la valla, pared, fachada o lo que sea. Los vecinos explican brevemente el tema que ellos quisieran poner de relieve y los actos que ellos harán. La pintura se consigue pidiendo botes defectuosos a las fábricas. Eso lo hacen los vecinos o el mismo grupo. No se cobra nada, no se paga nada. Los vecinos muchas veces, cuando ven las horas que los “ sin nombre” se tiran allí enrollados, traen comida y bebida, lo que el grupo agradece infinitamente. Generalmente el tono va subiendo a medida que avanza e! día y al fina! se convierte en una especie de fiesta a la que se apuntan los chavales más descontrolados del lugar y algún vecino vacilón. La música no para en todo el día. En alguna ocasión ha habido pequeños problemas con la policía, que se han solucionado rápidamente. E! resultado final varía, es bastante imprevisible. Los esquemas previos casi nunca existen, aunque surgen en el último momento. Abrir el bote empapar !a brocha, al principio, es entre emocionante e inquietante. Después las cosas se van organizando y cuando ya se empieza a ver algo llega el momento de las ideas geniales, las improvisaciones, los detalles. La guerra ya ha empezado. Materia contra materia, pintura contra pared, forma que lucha para lograr su espacio, voluntades que lo van juntando todo cuidando el color de los fondos, hasta que todo queda junto, trabado, compacto, sin un resquicio. Manos, delantales, escaleras, aceras, pelo, todo queda manchado. El cuerpo cansado de subir y bajar escaleras, vagar indeciso buscando un lugar en la pared, correr tras un bote o un pincel, buscar la botella de vino, levantar el brazo hasta lo más alto para llenar un hueco o dibujar el ojo de un pájaro inmenso que vuela sobre un vampiro come-bosques. Y con la emoción del final del parto y el cansancio a cuestas, el grupo se pregunta a donde irá a continuar la fiesta, porque la marcha ya está puesta, la ha estado todo el día. Ya no se ve nada, algún farol da a la pintada un extraño tono, como si estuviera dormida pero despierta, demasiado nueva como para dejar de gritar. En fin que la cosa acaba de copas y bailoteo por ahí. Y mañana será lunes. La pintada irá formando parte del barrio y acabará siendo mucho más de él que del grupo. Se hará vieja. La guardería se conseguirá o no, la zona verde desaparecerá o se ganará, y nosotros que se yo donde estaremos, pero estaremos dando la bronca.
Una menda del “grupo sin nombre”.
P.D.: EH! Grupo sin nombre, dad señales de vida!.