Para los que sólo conozcan la actual Filmoteca de Catalunya y su imponente edificio en el antiguo Barrio Chino de Barcelona (inaugurado en 2012) les será difícil imaginar la Filmo barcelonesa de la década de los 70 del siglo pasado. Para documentarme correctamente y redactar un texto con fidelidad histórica he conectado con Nuria Vidal, que entre 1976 y 1984 formó parte del equipo que llevaba la Filmo de Barcelona.

Desde 1963 la Filmoteca Nacional organizó proyecciones puntuales en distintas salas de Barcelona para finalmente, a partir de 1972, trasladar sus actividades a una sala (de poco más de 400 plazas de aforo e incómodas butacas) del carrer Mercaders número 32. Y se empezó a organizar cuatro proyecciones diarias, todas las tardes, de lunes a viernes. Pregunto a Nuria.

Jordi Torrent: ¿Cómo estaba conectada la Filmo de Barcelona con la de Madrid?

Nuria Vidal: En noviembre del año 1972 se abrió por primera vez la sala de la calle Mercaders. En ese momento en Barcelona sólo había una sala de exhibición y un administrador. Todo se hacía desde Madrid. En el verano de 1975, eso cambió. Se decidió ampliar las competencias de Barcelona y se abrió una pequeña oficina dirigida por Ramón Herreros que poco a poco se fue ampliando. A mediados del 1976 ya trabajan allí cuatro personas. Yo entré en enero de 1976.

JT: ¿Quién dirigía la Filmo de Barcelona entre 1973 y 1980?

NV: La Filmoteca Nacional de España estuvo dirigida en todos esos años por Florentino Soria. Entre 1972 y 1975 no hubo nadie en Barcelona que la dirigiera. Con la incorporación de Ramón Herreros en Barcelona se potenció la idea de una Filmoteca Nacional con dos sedes, una en Madrid y otra en Barcelona en igualdad de condiciones y con un trabajo conjunto en ambas ciudades. Ramón Herreros fue el director en Barcelona entre 1975 y 1978, todo el periodo de Mercaders y siempre bajo la dirección de Florentino Soria. Cuando se pasó al Cine Padró, Ramón dejó la dirección, pero no hubo nadie que asumiera ese papel aunque se siguió trabajando juntos con Madrid. En 1979 se traspasó a la Generalitat y Ramón abandonó la Filmo. Yo aguanté tres años más pero sólo en trabajos de documentación. Nosotros luchamos siempre por una Filmoteca que fuera un organismo autónomo estatal con dos sedes, como la de Estados Unidos. En Madrid apoyaban este esquema, pero Pujol forzó la separación y no pudo ser.

JT: ¿Quién la programaba?

NV: Entre 1972 y 1975 la programación se hacía en Madrid. Entre 1975 y 1979 la programación se hacía conjuntamente entre las dos sedes. Decidíamos juntos todos los ciclos, los invitados, gestionábamos los ciclos entre las dos ciudades. Había un contacto diario y constante. Fue Florentino Soria el que aprobó que el programa en Barcelona se hiciera en catalán en octubre de 1977. Era un trabajo conjunto en el que las ideas fluían en ambas direcciones.

JT: ¿La programación de Barcelona era distinta de la de Madrid?

NV: Era exactamente igual. Todos los ciclos se decidían entre las dos sedes y se programaban en las dos ciudades, no había ninguna diferencia. Los invitados venían siempre a las dos ciudades. Los dossiers informativos que se empezaron a editar esos años, servían para las dos Filmotecas y casi todos se hacían en Barcelona.

JT: Aquella sala de la calle Mercaders, ¿qué era? Siempre tenía la impresión de estar en una sala de actos de una escuela.

NV: Sí, era la sala de actos del Colegio Mayor de las Monjas Javerianas que alquilaban la sala para la Filmoteca. Nunca se metieron en nada ni tuvimos ningún problema con ellas. Cuando se decidió pasar al Padró (1979) fue, entre otras cosas, por un problema de aforo. Mercaders se había quedado pequeña.

Fui un asiduo de la Filmo, a menudo yendo varias veces a la semana. Antes de la muerte (noviembre 1975) de Franco (Generalísimo y Caudillo de España por la Gracia de Dios), allí descubrí lo mejor del Hollywood 1930-60s, así como a Dreyer, Franjou, Lang, Kurosawa, Sanyajit Ray, Renoir, Murnau, Bresson, Cassavetes y tantos otros maestros del cine. La Filmo fue mi verdadera escuela de cine (por cierto, en aquellos años no habían escuelas de cine en Spain). Mis constantes visitas a la Filmo se completaban con intensos fines de semana fílmicos en Ceret (Francia), donde religiosamente íbamos muchos barceloneses a ver el cine que el régimen franquista no nos permitía: Buñuel, Makavejev, Russell, algunas de Huston, etc. Aquellos mini festivales de cine de Ceret merecen otro artículo.

Tras la muerte del dictador la Filmo se convirtió rápidamente en un centro de exploración creativa que substancialmente ayudó a dinamizar los ambientes artístico-culturales de aquella frenética Barcelona, que salía dolorida del largo oscurantismo franquista.

Nuria Vidal: Tras la muerte de Franco, la censura fue desapareciendo muy rápido y nunca hubo ninguna interferencia en lo que se programaba. Podíamos hacer lo que quisiéramos. Florentino Soria siempre apoyó las iniciativas de Ramón Herreros (Barcelona) y Chema Prado (Madrid).


Philippe Garrel, en la Filmo de Barcelona, 1976

La programación de la Filmo empezó entonces a presentar películas y organizar ciclos que poco antes habrían sido impensables. Recuerdo la aglomeración de gente para ver el “Satyricon” de Fellini, o el clásico del underground americano “Pink Flamingos” de John Waters, que se presentó dentro del ciclo “Pink Cinema” (mayo 1978). La Filmo también comenzó a organizar ciclos de cineastas que trabajaban fuera (o en paralelo) de la industria. Y a menudo invitaban a los autores para que discutieran sus películas con el público. Allí descubrí, entre otros muchos, el cine de Marguerite Duras, Hans-Jurgen Syberberg, Marcel Hanoun, Raúl Ruiz, Rosa von Praunheim, Antoni Padrós, Carmelo Bene y Philippe Garrel.

Garrel vino a Barcelona en abril del 76. Su cine me entusiasmó. Llegó acompañado de la mítica Nico, que acabó quedándose un tiempo en La Floresta Chelsea Girl a Barcelona. Nuria me facilita este fragmento de la entrevista que le hicieron a Garrel.

También recuerdo la enorme impresión que me dejó Marguerite Duras cuando vino a presentar el ciclo sobre su cine (febrero 1977). La película que acabó proyectándose (“India Song”) no era la programada, como ella misma dice en la entrevista aquí incluida, curiosamente llegó antes ella que sus películas. En cualquier caso yo no había visto “India Song” y el magnetismo de la Duras en el escenario hizo muy memorable aquella noche.

Otra proyección muy memorable fue la sesión doble de “Vampir-CuadeCuc” de Pere Portabella junto a “El Conde Drácula” de Jesús Franco. Proyectando primero la película de Franco y luego el extraordinario ensayo fílmico de Portabella (rodado durante la producción de “El Conde Drácula”). Genial!

Pregunto a Nuria Vidal si tiene alguna anécdota que quisiera incluir en mi nota. Responde: La Filmoteca Nacional de España fue una ventana de aire fresco en la ciudad. Fue un momento de gran imaginación. Allí se formaron futuros directores de cine, escritores, filósofos, críticos. La Filmoteca de la calle Mercaders fue una auténtica escuela para mucha gente que descubrió otro cine en su sala. Fueron años de auténtica libertad que acabaron cuando la política nacionalista se impuso en el país.

En aquella Filmo solía cruzarme con distintos grupos de personas, curiosamente podía casi predecir a quien vería o no en una sesión concreta. Como yo era (y sigo siendo) muy heterogéneo; es decir, tanto iba a una proyección de “Sólo ante el peligro” (Fred Zinnemann) como a otra de “Ordet” (Carl Dreyer) o de “La Muerte de Maria Malibran” (Werner Schroeter), allí me cruzaba con distintas personas, con distintos “clics” según la proyección programada. En las sesiones de tipo más “experimentales” acostumbraba a ver a Juan Bufill, con quien acabaríamos siendo amigos y con quien todavía hoy estoy en contacto. He pensado que sería enriquecedor preguntarle a él cómo vivió la Filmo de aquellos años.

Jordi Torrent: ¿Recuerdas cuándo fuiste a la Filmo por primera vez? ¿Y qué película viste?
Juan Bufill: En la Filmoteca de la calle Mercaders, a principios de los setenta, vi por primera vez una película de cine experimental. Era una pintura expresionista abstracta de largo metraje, y silenciosa, de José Antonio Sistiaga. Se llamaba “Ere erera baleibu icik subua aruaren…” (el título es un no-idioma que suena a pseudovasco). Entonces yo era un adolescente y me encantó. Y todavía hoy me sigue pareciendo una maravilla. Recuerdo que la sala estaba llena, y que –aprovechando que era una película muda- una parte del público hacía comentarios necios. Por ejemplo, ante una fase protagonizada por un círculo solar, un aspirante a gracioso dijo en voz alta: “¡Y ahora sale un huevo frito!”. Pero a otros nos gustó mucho.
JT: ¿Qué significaba la Filmo en los años previos a la muerte de Franco?
JB: Era el lugar donde uno podía descubrir el cine de autores como Bergman, Murnau, Franju o John Ford en versión original subtitulada. Películas muy buenas y nunca estrenadas comercialmente en España se podían ver allí.
JT: ¿Y tras su muerte?
JB: Desde finales de 1975 hasta final de 1978 la programación de la Filmoteca en Barcelona fue espléndida. Combinaba cine de autor, clásico, de vanguardia, político (marxista o anarquista), y preestrenos de películas todavía censuradas –por motivos políticos– por el régimen franquista o posfranquista. Siempre se habla de las instituciones, pero en realidad lo que más importa son las personas, y en esos años los directores de la Filmoteca en Madrid y en Barcelona eran personas cultas y no sectarias: Chema Prado y Ramón Herreros. Este último se reveló en los años ochenta como un excelente pintor abstracto. Entonces Madrid y Barcelona colaboraban, coordinaban la programación y pagaban los viajes a los autores, quienes presentaban sus ciclos y dialogaban con el público. Para los directores, difundir su obra en Barcelona y en Madrid en un doble “bolo”, resultaba atractivo.
JT: ¿Qué sesiones o ciclos recuerdas con más cariño-interés? ¿Por qué?
JB: Me gustaban los ciclos que permitían conocer toda o casi toda la obra de un director, por ejemplo clásicos como Dreyer o Bresson, autores de vanguardia como Philippe Garrel, Marguerite Duras, Chantal Akerman o Werner Schroeter y cineastas experimentales como Werner Nekes. Y, por supuesto, las mejores sesiones dedicadas al cine experimental. Recuerdo algunas películas que no he podido volver a ver desde hace muchos años, especialmente el principio de “Un Ange passe”, de Garrel, con un largo primer plano de Nico, o también la primera parte de “Flocons d’or” de Schroeter,. Y la parte final de “Diwan”, de Nekes, que es alucinante si la copia es buena y los colores están bien.


Marcel Hanoun con Juan Bufill (1977)

JT: ¿Qué papel jugó en dibujar y ensanchar el momento cultural-artístico de la Barcelona de fines de la década del 70?
JB: Creo que tuvo un papel importante justo en los primeros tres años tras la muerte del dictador, junto con las programaciones del Círculo A y otras más esporádicas. Entre el público de la Filmo en Mercaders podías ver a escritores tan distintos como Joan Brossa, Enrique Vila Matas y Carles Hac Mor, o yo mismo, que soy más poeta que otra cosa. Para mí aquella Filmo fue mi primera universidad. Pasé más horas allí y aprendí más allí que en las facultades de Periodismo y de Geografía e Historia (del Arte). Me saltaba las clases para ir a la Filmo. Y, aunque no era un club, casi lo parecía. A Eugeni Bonet ya le conocía del Instituto Alemán, pero a muchos otros amigos con los que luego trabajamos juntos los conocí en la Filmo de Mercaders. Por ejemplo, allí conocí a Eugènia Balcells, a Manuel Huerga, a Ignacio Juliá, a Carles Hac Mor, a José Luis Guerín, a Luis Serra (con ellos montamos el grupo Film Vídeo Informació (FVI) y el fanzine “Visual”). y también al dibujante de cómic Guillem Cifré, y a Nuria Vidal. O también a Garrel y a la Duras. Y esas relaciones tuvieron consecuencias. Con Huerga hicimos juntos cien programas de televisión, entre “Arsenal” y “Estoc de pop”, más “Buñuel”, entre 1983 y 1989. Y la persona que nos recomendó a TV3 fue Nuria Vidal, del equipo de la Filmo.
JT: ¿Tienes alguna anécdota que quisieras compartir?
JB: Conocí a Marguerite Duras al entrevistarla, para la revista “Zoom”, junto con Eugeni Bonet. Ver Marguerite Duras: el texto en la imagen. Ella había presentado personalmente sus películas en la Filmoteca de Barcelona y debía hacer lo mismo al día siguiente en Madrid. Quedamos en la cafetería de la estación de Francia, con tiempo de sobra para la entrevista, antes de que tomase el tren para Madrid. La Duras tenía terror al avión y sólo podía viajar en tren. Pero sucedió que se encontró muy bien hablando con nosotros y perdió la noción del tiempo. Y tampoco quiso recuperarla cuando la persona del equipo de la Filmoteca que la acompañaba (que era el escritor Alberto Cardín) le insistía en que iba a perder el tren y que no podían cambiar el programa de su presentación en Madrid. Se puso tan pesado Cardín que la Duras, que era un ser libérrimo, le dijo: “Pare de interrumpirme. Estoy aquí muy bien, hablando de cine y de literatura con estos señores y es la primera vez desde que estoy en Barcelona que me sucede esto en una entrevista. En las otras entrevistas me preguntaban si prefería el café con leche o sin leche. Así que vamos a acabar tranquilamente esta conversación y si tengo que ir en avión iré en avión y si tienen que cambiar el programa de Madrid, pues que lo cambien”. Naturalmente, sucedió la segunda opción. Marguerite no voló en avión, tomó más tarde otro tren y en Madrid cambiaron el programa.
Pocos años después, en primavera de 1980, pasamos Eugeni, yo y también Marcel Pey una semana en Génova, invitados a un festival de cine de vanguardia de los que ya no se hacen, y allí nos la encontramos otra vez. Cada día comíamos y bebíamos con la Duras y con otros cineastas de distintos países. Ella, tan diminuta, era sin embargo una bestia y bebía más que nadie. Más incluso que los simpáticos cineastas croatas y que las fiesteras chicas húngaras. La Duras era con frecuencia sorprendente. Me dijo, por ejemplo, que a veces le gustaba tomar grappa porque, según ella, producía pesadillas interesantes. Seguí su consejo y tenía razón.
F
Coincido con Nuria y Juan en que la Filmo del carrer Mercaders fue un enérgico e imaginativo laboratorio de ideas que animó significativamente aquella auténticamente febril Barcelona de la segunda mitad de la década de los 70. Yo le estoy muy agradecido. Allí aprendí a ver-sentir el cine de otro modo y me abrió otras puertas de percepción.

Os invito a que en los comentarios escribáis vuestras propias memorias de la Filmo del carrer Mercaders.

Jordi Torrent

Publica la web sense nom per cortesia de Jordi Torrent
© del text Jordi Torrent
Totes les fotografies son cortesia de la Filmoteca menys la capçalera que és un fragment d’una fotografia de Xavier Miserachs

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